_
_
_
_

Guerra de padres en la grada

El mandamiento deportivo de que lo importante es participar hace tiempo que fue arrojado a la basura en Estados Unidos. Lo importante es ganar. En el ara de esa cultura de la victoria a toda costa un padre, Thomas Junta, de 42 años, acaba de matar a otro, Michael Costin, de 40, porque el hijo de Costin dio un codazo a un Junta junior en una pista de hockey. Es la primera vez que la muerte culmina en una pista deportiva una carrera de tensión en las gradas producida por una sociedad competitiva hasta el paroxismo en la que muchos padres ven en la actividad deportiva de sus hijos una plataforma de promoción social y económica, si no una sublimación de sus propias frustraciones.Los Junta y los Costin, padres e hijos, habían acudido a pasar la tarde en la pista de hockey de una pequeña localidad cercana a Boston. Costin estaba en la pista con su hijo cuando Thomas Justa le dijo que vigilara al niño, que había dado un codazo en la cara al suyo. "Eso es el hockey", le replicó Michael Costin. Junta se calentó, y cuando Costin padre salió de la pista, le empujó, insultó, rompió la camisa y arrancó una cadena del cuello. Terminada la faena, se marchó. Un incidente más de los cientos que cada día se producen en todo el país entre padres, hijos y árbitros.

Pero a los pocos minutos, Junta volvió como un poseso y la emprendió a puñetazos con Costin, cuyos 79 kilos apenas pudieron sostener el ataque de los 125 del camionero. En presencia de los cuatro niños Costin, Junta derribó a Michael, le machacó la cara hasta el extremo de dejarla irreconocible y, con la rodilla aplastando el pecho del caído, le golpeó repetidamente la cabeza contra el suelo entre los gritos desesperados de los niños. Costin murió a los dos días en el hospital sin haber recuperado el conocimiento. Junta está en libertad bajo fianza de 5.000 dólares y se enfrenta a 20 años de cárcel por homicidio.

El funeral produjo una escena tremenda, con la hija pequeña, Tara, de nueve años, queriéndose subir al féretro para estar con su padre, un hombre de pasado complicado que estaba rehaciendo su vida tras su divorcio y haber obtenido la custodia de sus cuatro hijos. "El orgullo y la indignación pueden ser un pecado o una virtud", dijo el sacerdote en el funeral. "El deporte puede dar o quitar".

Un estudio de hace unos años reveló que de los 20 millones de niños nortamericanos que participan en actividades deportivas organizadas, 14 millones lo dejan antes de haber cumplido 13 años. La deserción masiva se debe a que el juego, concebido inicialmente como un entretenimiento compartido con otros amigos, se va convirtiendo con el paso de los años en una experiencia amarga por la presión de los padres. Otro trabajo reciente indica que de 1995 a aquí ha pasado del 5% al 15% el número de padres que protagoniza incidentes en los campos de deportes: insultos a jugadores, peleas en las gradas, agresiones a los árbitros, ataques a los entrenadores.... Personas de conducta irreprochable en la vida cotidiana pierden la compostura en los partidos. En un intento de atajar la epidemia, en Florida se dio hace unos meses un curso de comportamiento deportivo a 2.000 padres y en otras partes del país se ha puesto en práctica el "Sábado en Silencio", ocasión en que los equipos disputan un partido con una grada muda.

Los padres norteamericanos consideran cada vez más el deporte como una inversión. Si hay gran éxito, el vástago será multimillonario, y si el éxito es mediano, el hijo, al menos, podrá estudiar becado en la Universidad, que será tanto mejor cuanto mejor sea el jugador. El triunfo es para esos padres la máxima prioridad, mientras que para los jugadores está mucho más abajo, según estudios de psicólogos deportivos. Algunos entrenadores aceptan gustosos el juego del ganar a toda costa, como el que advirtió a sus pupilas que quienes creyeran que estaban en el equipo para jugar y no para ganar podían marcharse a casa.

En las gradas de los campos del deporte juvenil es cada vez más visible un tipo que la revista Sports Illustrated ha identificado como parentis vociferus. "El deporte juvenil ha dejado de ser un juego", dice el psicólogo infantil Darrell Burnett a ese semanario. "Es un gran negocio. Las probabilidades estadísticas de que un crío consiga una beca son muy pequeñas, pero los padres tienen grandes expectativas". Estados Unidos se ha mirado en el espejo del drama Costin-Junta y no se ha gustado. Pero será muy difícil que el culto al número uno deje de estar por encima de todo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_