El cumpleaños del siglo
La reina madre recibe el homenaje de los ingleses en una cabalgata multicolor a 16 días de su centenario
Hija de su época, Elizabeth, la reina madre de Inglaterra, puso ayer cara de "vaya siglo" cuando vio pasar frente a ella a unos despreocupados jóvenes punk. Vestidos así para celebrar el cumpleaños del miembro más respetado de la casa de Windsor, el grupo formaba parte de la cabalgata popular que conmemoraba el siglo vivido por una soberana que supo ganarse a la ciudadanía permaneciendo en Londres durante los bombardeos de la II Guerra Mundial. Organizado en el Horse Guards de Londres, al evento no acudió su hija, Isabel II, para no robarle el protagonismo.Vestida de rosa y acompañada por su nieto Carlos, príncipe de Gales, la reina madre, que cumplirá cien años el próximo día 4 de agosto, no dudó ayer ni un segundo cuando la alerta general por la bomba colocada en la ciudad amenazó con cancelar un desfile de 7.000 personas que llevaban meses preparándose para saludarla. Resuelta como siempre, ella dijo que no pensaba fallarle a nadie. A las cinco de la tarde su firmeza se vio recompensada e hizo su aparición en una calesa utilizada por otra ilustre antepasada, la reina Victoria.
Caminando con cuidado, pero sin más ayuda que la de su bastón, recibió el aplauso de 2.500 espectadores al acceder a la tribuna preparada para acogerla. Con evidente satisfacción, Carlos de Inglaterra se puso a su lado para escuchar el himno nacional y guardar a una abuela con la que siempre se ha llevado bien.
Para las generación más jóvenes, la reina madre inglesa es una figura distante. Apenas la conocen y la mayoría de sus fotos parecen sacadas de los libros antiguos. Para sus padres y abuelos, sin embargo, representa la valentía y resolución que les ayudó a salir adelante cuando las bombas nazis aterrorizaban a los londinenses.
Se ha comentado a menudo, pero no es por ello menos cierto, que verla visitar junto a su esposo, el rey Jorge VI, los escombros todavía humeantes de una ciudad destrozada contribuyó más a subir la moral de la ciudadanía que cualquier discurso político. En una era en que los asesores de imagen no existían, los paseos de la pareja reinante por el East End, uno de los barrios más deprimidos de Londres, reforzó el esfuerzo colectivo que fue la resistencia al enemigo.
El país no lo ha olvidado, y ella, todavía menos. Todos los grupos que marcharon ayer en su honor recibían una sonrisa y un saludo con la mano. Al llegar el turno de los veteranos de las dos guerras mundiales, y en especial de los soldados condecorados con la cruz Victoria al valor, la reina madre se puso en pie y exhibió la sonrisa más amplia de la tarde. El resto del público, incluida buena parte de su familia, sentada cerca de ella, aplaudió a los pocos héroes de ambas contiendas que aún están vivos.
Aparte de estos momentos solemnes, el desfile fue lo más parecido a una cabalgata festiva con vestidos de época, coches antiguos y modernos, niños y toques de humor en honor del único miembro de la familia real del que se citan salidas divertidas. A lo largo de dos horas, soldados de todos los Ejércitos británicos y de la Commonwealth se unieron a los civiles en un día que evitó caer en la cursilería gracias al entusiasmo de los más jóvenes.
Hubo de todo, suelta de un centenar de palomas blancas, lluvia de pétalos de rosa, la Royal Philarmonic Orchestra dirigida por Daniele Gatti interpretando canciones de los años cuarenta, representantes de las 300 asociaciones benéficas patrocinadas por la homenajeada, la modelo tejana y ex mujer del rolling Mick Jagger, Jerry Hall, vestida de reina Flora, y muchos caballos, los animales favoritos de la homenajeada después de los perros.
Después de cantarle un apoteósico cumpleaños feliz, los asistentes enmudecieron. Puesta en pie y visiblemente conmovida, la reina madre les dio las gracias "de todo corazón por tan hermoso día". A continuación añadió: "Espero que todo el mundo lo haya pasado tan bien como yo". Fueron unas pocas palabras, pero no las leyó ni tampoco pareció haberlas memorizado para la ocasión. El aplauso estaba, pues, garantizado. Hasta Andrew Motion, poeta oficial del reino, le dedicó unos versos a una figura inseparable de la historia británica del siglo que ella está a punto de cumplir.
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