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Arte lleno de historias

María Fabra

La ironía y la parodia son dos de las técnicas que más utilizan para sus narraciones los siete artistas que desde ayer y hasta el 17 de septiembre muestran sus obras en el Espai d'Art Contemporani de Castellón, bajo el título El poder de narrar: cartografiando historias. El comisario de la exposición, el crítico de arte y profesor de literatura inglesa Kevin Power, la define como un síntoma de la "apertura generalizada" hacia la creación nativa y grupos étnicos que en Europa y EE UU se dio a mediados de los sesenta y en España a partir de los años ochenta. Con ella, trata de motivar una reflexión sobre la verdadera historia, aquella que nunca ha sido contada, la de las gentes, pueblos y países que han sido dominados también por el relato de unos hechos escritos por el dominante.La cartografía de historias del Espai se adentra, de este modo, en visiones periféricas, críticas con la globalidad impuesta por el mando único de los estados desarrollados, con las representaciones nacionales de la raza o la identidad. De la muestra sale un mapa cuyas fronteras no coinciden con las marcas lineales establecidas sino con la historia de la mezcla, la emigración, la diversidad.

Tampoco es, no podría serlo, un retazo homogéneo. Más bien un corte casual del contenedor de historias simultáneas que componen la realidad, una visión que, según Power, parte del hecho individual: "Porque todos sabemos que las imágenes de nosotros mismos con que intentamos presentar al mundo, nunca se corresponden con los hechos reales, aunque tampoco se les puede llamar mentiras. Son historias que contamos, y la forma de contarlas es lo verdaderamente importante".

Un ejemplo es la obra del artista peruano Fernando Bryce, que ha recopiado y reescrito la imaginería oficial del pasado de su país para mostrar parte de una historia que está por asumir. También utilizando guías turísticas de la posguerra alemana, Bryce muestra una historia relevante en el contexto actual de su país. Otro de los artistas, Joseph Bertiers, que comenzó de manera autodidacta, se ha nutrido de imágenes de la CNN para narrar una realidad que toma tintes incluso crueles. El único español, Rogelio López Cuenca, hace una relectura crítica de imágenes que se han vuelto cotidianas como las olas migratorias procedentes de África, frente a la visión turística a la búsqueda del placer. La afroamericana Kara Walker habla de racismo pero no sólo del que subyace en la sociedad sino abarcando los estereotipos y prejuicios de su grupo étnico. José Legaspi narra, en mil dibujos, la violencia urbana, mientras Alain Pino explora la ambigüedad física del ser y Jim Shaw se abre al mundo de los sueños expresados de modo lacónico y fragmentado. Phaptawan Suwannakudt es una artista tailandesa que escoge a su madre como tema de la narración y para evidenciar preocupaciones feministas, e Isaac Azey incide en el intercambio cultural entre el centro y la periferia con una incisiva crítica social.

Temas universales y locales, complejos o sencillos pero que, en cualquier caso, como asegura Power, no tienen como objeto sumar un voto a las corrientes de moda a favor de la multiculturalidad, "sino volver a dejar constancia del hecho de que los espacios en que vivimos, sean micro o macro, están repletos de narraciones, y que lo que llamamos historia es tan sólo la imposición de un dominante que con el tiempo se ha convertido en algo ridículo que está bajo sospecha".

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