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Tribuna
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El sentido del cambio

Podemos convertir la derrota en oportunidad. Todas las organizaciones -también las políticas- necesitan hacer cambios, necesitan adaptarse a los acontecimientos, a los movimientos que se producen en el seno de las sociedades. El Partido Socialista no es una excepción. ¿O es que el PSOE es lo único que no va a cambiar en España? Necesitamos estar atentos a lo que los ciudadanos nos demandan, debemos recoger sus aspiraciones, ofrecer respuestas a sus problemas. Debemos resolver los problemas de la gente -no sólo los nuestros- si de verdad queremos recuperar la confianza y la credibilidad de los electores.Necesitamos un cambio. Nuestra organización no puede mantenerse más tiempo ajena a esta necesidad, no podemos esconder por más tiempo nuestras contradicciones y debilidades, tenemos el deber y la responsabilidad de ofrecer soluciones. ¿Cuál es la razón de nuestra existencia?, ¿cuál debe ser la tarea de un partido político? Para nosotros no existe duda alguna al respecto: ser un instrumento al servicio de la sociedad. Y esta respuesta tiene consecuencias que van más allá de la mera retórica, significa asumir el compromiso de defender y poner en marcha un proyecto político para la mayoría. Supone estar siempre allí donde los ciudadanos buscan una solución desde la política. Tenemos la obligación de hacer que la política cumpla el papel transformador de la sociedad que nosotros hemos defendido. Existe un proyecto político alternativo al actual y nuestro deber es hacer una propuesta para nuestro país, donde quede claramente establecido que hacemos política porque nos importan los ciudadanos españoles por encima de cualquier otro impulso o deseo personal. Ésta es la tarea que nos legitimará y que nos permitirá recuperar la confianza perdida.

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Es evidente que para estar en condiciones de formular un proyecto político de cambio y con vocación de mayoría, el partido tiene que asumir una honda transformación interna. Transformación que tiene que ver con el estilo, con una nueva manera de hacer política, con un auténtico cambio de cultura organizativa. En este proceso de cambio todos hemos de ser responsables y generosos. Tenemos la obligación de situarnos en el escenario que la sociedad española nos brinda y responder a lo que se nos demanda. ¿Podemos permitirnos ofrecer una solución de compromiso?, ¿estamos en condiciones de dejar pasar la oportunidad de modernizar el partido? Sinceramente, creo que no. El conflicto, la crisis, tiene una profunda connotación positiva si los principales actores políticos son conscientes de la oportunidad que les brinda una nueva situación. En la vida es importante asumir riesgos, pero en política la importancia es aún mayor, pues esa actitud valiente se convertirá en el auténtico motor del cambio.

El miedo al cambio no puede paralizar nuestra capacidad de innovación, pues ésta es la esencia misma del trabajo político. Un partido no es un armazón institucional vacío, no es un lugar donde demos satisfacción a una aspiración -más o menos legítima- de poder. Tiene que ser el lugar de encuentro de aquellos que tienen una inquietud política, que quieren que se les oiga, que desean participar, que sienten su país como algo propio y que, simplemente, se preguntan cómo colaborar. Como políticos, debemos impulsar una transferencia del poder a los ciudadanos. A estas personas tenemos la obligación de ofrecerles un espacio de expresión, que el partido sea un canal abierto, dinámico, permeable y atractivo. ¿Es atractivo nuestro partido? Quizás nadie se haya formulado tal pregunta, pero creo que deberíamos reflexionar sobre ello. Debemos intentar que la política sea algo cercano, hacer que la gente se sienta protagonista y partícipe en esta tarea común.

Tenemos un proyecto con capacidad para liderar el futuro. Estamos en condiciones de crear una nueva referencia política, de provocar una nueva ilusión y un nuevo compromiso social. Queremos una sociedad más tolerante, más incluyente, una sociedad plural y diversa, respetuosa con lo diferente y lo ajeno. Queremos una sociedad más igualitaria, más solidaria, una sociedad donde cada ciudadano asuma su propia responsabilidad, donde el Estado garantice una razonable igualdad de oportunidades para todos, que ponga en marcha políticas activas de solidaridad y que surja de éstas una ciudadanía comprometida. Queremos justicia social y, por tanto, una profundización del Estado de bienestar. En un mundo globalizado, y ante los retos y riesgos que surgen con la nueva economía, la respuesta progresista será buscar un equilibrio entre las políticas clásicas de solidaridad (pensiones, salud y educación) y las nuevas políticas de solidaridad, que incorporarán a un número creciente de ciudadanos a este nuevo espacio económico y social que ha creado la globalización. Desde esta óptica, la educación y la cultura se convertirán en elementos fundamentales para el cambio; queremos fomentar la iniciativa y la creatividad y queremos ofrecer un mayor protagonismo a los creadores y a los investigadores.

Construir el futuro supone ampliar las fronteras de la democracia. Creemos necesario seguir avanzando en un proyecto federal para España, un proyecto que haga de la diversidad un elemento clave para la cohesión nacional, que permita la satisfacción de las distintas aspiraciones territoriales garantizando así la solidaridad interregional, un proyecto que favorezca el desarrollo y la realización de un Estado plural. Debemos reformar la Administración pública, hacerla más moderna y eficaz, adaptarla a los cambios que ya se han producido y a los que aún no tienen respuesta. Necesitamos una nueva Administración que contemple los nuevos niveles de poder público que se han ido desarrollando con nuestra incorporación a la Unión Europea y su progresivo avance en la unión política. Una Administración para todos y reformas políticas que sitúen a España como un país moderno y de progreso. Tenemos un proyecto para España y un proyecto de política internacional, concebidos ambos desde una visión integral y siendo conscientes de que los desafíos y las respuestas a la realidad actual deben ser coordinados en un escenario global.

Éste es un momento apasionante, que ha generado una gran ilusión entre la militancia y también entre los dirigentes. Se empieza a vislumbrar que podemos recuperar la iniciativa política, que el partido cobra dinamismo y protagonismo. Ha surgido con fuerza la posibilidad de redefinir nuestra identidad, recuperar la identidad de un proyecto mayoritario. Para esto necesitamos, en primer lugar, un partido fuerte y cohesionado, en el que el liderazgo a nivel nacional esté reforzado por un sólido liderazgo a nivel territorial. Necesitamos un liderazgo que tenga autoridad para llevar a cabo nuestro proyecto, que tenga la capacidad necesaria para fundir la identidad mayoritaria del país con la del partido. Un líder cuya autoridad sea indiscutible por el apoyo conseguido en el Congreso, pero también por el ejercicio diario de su trabajo. Los militantes quieren verse reflejados en ese líder, quieren sentirse ligados, comprometidos con él. Quieren recuperar el orgullo de pertenecer al PSOE. El líder habrá de crear un vínculo, invisible pero de una gran fuerza, que tiene que ver con los sentimientos y las emociones. Es la pasión por la política, la pasión por estar al servicio de los ciudadanos lo que deberá transmitir y comunicar. Ahí residirá su fuerza para ganar el futuro.

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