San Millán y San Inazio
Las estrategias político-electorales tienen mucho de contraprogramación televisiva, no en vano las campañas políticas están más en manos de publicistas que de los propios políticos. Western de sobremesa con Kirk Douglas en la Primera de TVE, western de sobremesa con Kirk Douglas en la segunda de ETB. Pero los publicistas, con tal de vender productos, son capaces de cualquier cosa y spot tras spot acaban creando hasta ideologías, como el consumismo, por ejemplo. Es decir, si uno se deja en manos de los publicistas o de sus propios instintos acaba marcando el paso de la oca sin proponérselo.Si el nacionalismo vasco intenta apropiarse en exclusividad de todo lo vasco, la cultura, el euskara (no en vano el maestro vino a decir que si era malo que un vasco no hablase euskara, era peor que lo hablase un maketo), y con sinceridad hay que decir que les molesta que otros se metan en lo que creen suyo, el acto del PP en San Millán de la Cogolla tiene el mismo tufo. La avaricia rompe el saco. Qué le hubiera costado realizar un acto institucional Congreso-Senado. Pues no, hizo un acto partidista intentando capitalizar la grandeza del lugar y del castellano, uniéndolo a sus siglas de partido, como los nacionalistas vascos hacen con el euskara. Mala cosa politizar sectariamente un patrimonio que es de todos -hay que ofrecerlo con elegancia a todos, sin que se note, haciendo la demostración contraria de que, al no ser de nadie es de todos- atufa a nacionalismo. A los acostumbrados a observar el comportamiento de los nacionalistas vascos lo hecho por el PP les sabe igual. Se hagan las matizaciones que se hagan, aquí, el acto del PP, parafraseando a Mac Luhan, es el mensaje. Que no se repita.
Porque unir culturas e idiomas que superan lo nacional -cualquier idioma, por modesto que parezca, debe ser patrimonio de la Humanidad- a unas siglas partidistas evoca malas artes y comportamientos depredadores en la política. Y la política democrática no puede ser depredadora. Hay espacios que no se deben tocar, al contrario que sucede con las concepciones totalitarias que acaban sobándolo todo. Traspasar ese límite es darles la razón a los nacionalistas vascos, que dicen que enfrente tienen a otros nacionalistas. Cada cual tiene perfecto derecho de hacer de su capa un nacionalismo, pero si enfrentamos nacionalismo contra nacionalismo es posible que las emociones se desaten, que no haya necesidad de deportes de riesgo, que la adrenalina se suelte, pero que en el empeño nos carguemos el sistema democrático. Aunque tenga réditos electorales inmediatos.
El nacionalismo vasco ha dado recientes muestras de irracionalidad hasta desembocar en la crueldad. Saliendo de una dictadura nacionalista como la de Franco, era de esperar que descubriera los defectos y los errores en aquel nacionalismo adverso. No fue así. El hombre es el único animal que tropieza en la misma piedra dos veces, pero en el caso de un gran partido español como el PP habrá que desear que no tropiece en la Cogolla por segunda vez (o en la Academia de la Historia). Ya no sería un error, sería una estrategia de las que dan miedo. Descubriríamos otro partido nacionalista, y éste de gran dimensión y trascendencia. Y digo esto avisando que al principio uno no se da cuenta de que el partido que tiene enfrente, en ocasiones hasta en el que milita, sea nacionalista. Empezamos a observar comportamientos especulares, necesidad de simbolismos en paralelo y enfrentados, para las parodias electorales que programan los publicistas.
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