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Fox trata de desactivar la fidelidad de la cúpula militar al PRI

Juan Jesús Aznárez

General de división y comandante supremo de las Fuerzas Armadas desde que sea investido, el presidente electo de México, Vicente Fox, abrió una ronda de consultas con los jefes de una institución que ha obedecido irrestrictamente al Partido Revolucionario Institucional (PRI) y cuyos entresijos apenas conoce. Fox recabó del secretario (ministro) de Defensa, general Enrique Cervantes, datos sobre la organización y capacidad de fuego de las guerrillas.

Un siglo sin golpes

Como parte del proceso de cambio de poderes en curso, el presidente electo comenzó a reunirse con los ministros de Ernesto Zedillo para conocer las actividades y proyectos de sus respectivas carteras. Los primeros en ser visitados fueron Cervantes y el ministro de Marina, José Ramón Lorenzo. El general y el almirante se cuadraron ante el hombre que desde la oposición conservadora prometió erradicar de raíz toda corrupción, incluida la existente en las filas de un organismo con cerca de 300.000 hombres, con bancos, economatos, clubes recreativos, hospitales y otros privilegios. Quedó claramente establecida la institucionalidad de los cuarteles, la aceptación de la alternancia y la subordinación militar al nuevo Gobierno a partir de diciembre, subrayó Fox después de su reunión con un grupo de generales.

El candidato de centro-derecha que derrotó al PRI en las históricas elecciones generales del pasado 2 de julio se adentra por primera vez en los patios de armas, un terreno complicado donde difícilmente podrá aplicar su patrón empresarial en la selección de candidatos a ministro de Defensa. Precavido, rechazó de entrada que el Estado Mayor Presidencial, los militares de terciopelo, como se les conoce en el Ejército, atiendan su seguridad personal. "Fox se está moviendo con mucha cautela en su acercamiento a la cúpula militar. No pasa por alto que existe un nexo muy fuerte entre algunos generales de alto rango con lo que es el PRI", señala el ex capitán Alberto Enrique del Valle, afiliado al Partido de la Revolución Democrática (PRD), de centro-izquierda.

El Ejército mexicano, contrariamente a la sucesión de cuartelazos ejecutados por otros latinoamericanos durante el siglo XX, no ha sido golpista; fue sobre todo prolongación del presidencialismo nacional: un apéndice del partido fundado en 1929 por caudillos castrenses hartos de matarse por sus feudos después de la revolución de Francisco I. Fox Quesada no ha tenido especial vinculación con los uniformados. "Ha sido una reunión muy provechosa. La contribución de las Fuerzas Armadas es parte de la estabilidad y ha sido pieza fundamental de este tránsito a la democracia que se lleva a cabo de manera tensa", manifestó al término de sus entrevistas con Cervantes y Lorenzo Franco. Provechosa, pero guardando las distancias.

El generalato al mando en México tiene más de 40 años de servicio y, pese a sus declaraciones de imparcialidad, hubiera preferido la continuidad -es decir, al derrotado candidato del PRI, Francisco Labastida-, coinciden los analistas. Algunos avizoran pretensiones peligrosas en el nuevo proceso. "El fundamentalismo que ha demostrado Fox, junto con sus resabios de autoritarismo, pudiera complementar, más temprano que tarde, una mezcla explosiva si coincide con un general ambicioso, incondicional y alejado de sus tropas", sostiene el periodista Javier Ibarrola, director de la revista Fuerzas Armadas y Seguridad Nacional. "Hay algún que otro general en el Ejército que toda su vida caminó llevando enfrente un espejo que cargaban sus ayudantes".

Fox tendrá la facultad de nombrar a los ministros militares y, entre otros mandos, al jefe de Estado Mayor de la Defensa, jefe del Estado Mayor Presidencial, inspectores generales, comandantes territoriales, directores generales y jefes administrativos de Defensa, procurador general de Justicia Militar, presidente y magistrados del Supremo Tribunal Militar y comandantes de las grandes unidades y cuerpos de tropas.

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