El Supremo condena por homicidio al mauritano que mató a una mendiga
El Tribunal Supremo ha condenado por un delito de homicidio a Mahfoud O. Ch., un ciudadano mauritano a quien la Audiencia Provincial de Madrid había penado con doce años y medio de prisión por matar el 28 de febrero de 1997 a una mendiga heroinómana. El autor del asesinato embaló el cadáver y lo tiró a un contenedor de basura en la calle Fuencarral, con la ayuda de un policía nacional que desconocía el contenido del paquete.En su sentencia del 3 de marzo de 1999, la Audiencia de Madrid explicó que este hombre, sobre las 20.30 del citado día, se encontró con la víctima, R. G. M., en la Gran Vía, donde la mujer se encontraba mendigando. El acusado invitó a la mujer, de 32 años, a su domicilio, un hostal de la calle de Fuencarral, número 39. Una vez que ambos se encontraban en la habitación, el procesado, según se recoge en la sentencia, "golpeó a la mujer en la cabeza con un objeto contundente con arista longitudinal, o hizo que se golpease contra él, hasta seis veces", golpes que le causaron cuatro traumatismos craneoencefálicos que provocaron su fallecimiento inmediato. El cadáver presentaba, además, una herida en el pabellón auricular izquierdo y otra de tres centímetros en la cara dorsal del tercer dedo de la mano derecha.
La sentencia de la Sala Segunda de lo Penal del Tribunal Supremo, de la que ha sido ponente José Antonio Martín Pallín, confirma el fallo judicial, que fue impugnado por la defensa.
La Audencia, en su sentencia, relata cómo después de asestar los golpes a la fallecida, el autor del asesinato puso un trapo en la boca al cadáver, ató sus pies con una cinta de color marrón, lo envolvió en una sábana y lo introdujo en grandes bolsas de basura. Con todo ello hizo un gran envoltorio ayudado de cajas y plásticos.
Días después, el 2 de marzo, Mohamed Mahfoud O. Ch. decidió desembarazarse del cadáver de R. G. M., para lo que bajó el paquete a la calle. Se dio la circunstancia de que el autor del crimen pidió colaboración a un hombre que pasaba por allí y que resultó ser un policía nacional, que le ayudó algunos metros. Posteriormente tomó un taxi y dejó el cuerpo en un contenedor de la calle Bárbara de Braganza.
La defensa alegó que su representado sufría un trastorno mental crónico, además de una intoxicación etílica, arrebato y obcecación.
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