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En el corazón del rodeo

Las sentidas declaraciones del bravo sudista sobre "la media milla de Pamplona" me confunden: "Es algo salvaje, mejor que un rodeo". ¿El encierro mejor que un rodeo en Abilene, Texas? Algo insólito está pasando en Texas que me obliga a revisar mis prejuicios sobre el orgulloso Estado de la Estrella Solitaria. Mi idea del tejano se resumía hasta hoy en la frase del rebelde sudista: "No cambiaría medio acre de Texas por todo el territorio de Montana". Medio acre no es mucho terreno y Montana era la tierra del oro. Hay que amar mucho a Texas para no proceder al canje. Pero este sudista ¿un descastado? cambia los rodeos de Texas por "la media milla de Pamplona".Un pamplonés, uno de casta, no cambiaría un encierro por los rodeos de Abilene, Lubbok y Wichita Falls. Ni medio acre del Sadar por todos los campos de béisbol de Texas. ¿Y si la irresistible atracción que Pamplona ejerce sobre yanquis y sudistas no se debiera a Hemingway, sino a una profunda nostalgia del verdadero Oeste? El hecho es que, en sus emocionadas palabras, el sudista habla de "conducir la manada", "el pánico de la estampida", "la locomotora en marcha del ganado". ¿De qué está hablando sino de los mitos vaqueros del más genuino Oeste?

Por su parte, cuando el auténtico mozo pamplonés lamenta la invasión de "la media milla" por miles de extraños que desconocen las reglas no escritas del buen correr, ¿no está hablando de la larga disputa vivida en el Oeste entre vaqueros originarios y ovejeros advenedizos? La nostalgia de la pureza originaria es tan vieja como los relatos míticos Gilgamés, la Ilíada, el Far West... y se deja sentir por igual en el Estado de la Estrella Solitaria donde los rodeos fueron invadidos por la publicidad que en la orgullosa Comunidad Foral donde peleamos con denuedo para que el oprobio publicitario no prospere.

Sudistas, mozos puristas... Ninguno cambiaría su silla de montar por todas las locomotoras al este del Pecos.

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