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Perros

Manuel Vicent

Si entras en una casa donde hay un perro puede suceder que el perro te ladre o te lama los zapatos o mueva el rabo esperando que lo acaricies y cabe también que el perro simplemente te ignore. Existe otra variante siniestra. Hay una clase de perro que mientras estás saludando a su dueño comienza a olisquear tu sexo con un interés desmedido y aunque trates de apartarlo con disimulo el animal persiste en su empeño con el morro excitado como si buscara incluso más allá del sexo algún secreto escondido en tu fosa séptica. Esta actitud del perro produce una situación embarazosa. Te obliga a imaginar que tal vez esa familia hará partícipe al animal en sus juegos eróticos, si bien su dueño también puede sospechar que en tu sexo hay un rastro muy turbio que el perro está delatando. Siempre me he mirado en el espejo de algunos animales para aprender a vivir y es evidente que a la hora de morir cualquiera de ellos se comporta con mayor dignidad que las personas. Ya quisiera el más estoico de los filósofos estirar la pata con la suprema elegancia con que lo hace un perro, aunque no sea de raza, pero una vez sabido que las hélices de ADN agitan la sopa universal de los genes uno se explica por qué tantas personas imitan el comportamiento de los perros, de modo que unas mueven el rabo con toda naturalidad ante su jefe, otras ladran sólo para sentirse importantes, otras te miran con afecto perdonándote siempre, otras te sacan los colmillos cuando te acercas a su plato y también se da mucho esa clase de sujeto cuya especialidad consiste en olfatear tu inmundicia y no hacen más que eso. Este perro humano conoce a la perfección tu punto débil y no olvida nunca aquel error que cometiste y que no te gusta recordar. Cuando te encuentras con él puede darte la mano sonriendo pero en la forma de mirarte sabes que te está olisqueando tu parte más sucia aunque no baje la nariz a tu trasero. Con un matiz irónico de su sonrisa te hará saber que está en el secreto de tu parte oscura cuyo inventario lleva al día. Hay perros que te muerden la pantorrilla y no la sueltan jamás, pero otros son más siniestros todavía porque sólo se excitan cuando su olfato ha detectado tu miedo. Si algún día caes en desgracia o alcanzas un gran éxito no te sorprendas si ellos extienden al sol tu intestino abierto porque durante años con paciencia han ido oliendo y anotando en una agenda todas tus miserias.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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