_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La muerte de Malevich y otros cadáveres

El mejor cartel de los sanfermines es un "rojo sobre blanco" de Kazimir Malevich titulado Aldeana, pero no ganó el concurso. No teniendo el pintor de Kiev idea de dónde caía Pamplona, mal podía concursar. Además, su Aldeana no habría gustado en la Pamplona cosmopolita de 1920. Y aún más: en la Pamplona de 1920, el rojo y el blanco no eran colores habituales. Por esta y otras incidencias, Malevich murió en la miseria.El cartel de los sanfermines de este año, pese a ser en tantos sentidos una refutación -seguramente involuntaria- de Malevich, juega con los tres colores de la Composición suprematista -rojo y negro sobre blanco- que, hace dos meses, Sharon Stone adjudicó a un japonés, por tres mil millones, en pública subasta. Si Sharon Stone, cuyo talento dramático para fingir desmayos debidos a una inaudita concentración de placer en un imaginario punto G es poco discutible, está subastando a Malevich, es que va a haber algo de cierto en los insistentes rumores sobre la muerte del Arte. Después de que Malevich pintase su Aldeana, Rodchenko abrió y cerró su exposición El último cuadro. Desde luego, el cartel de los sanfermines de este año (un pamplonica románticamente enfrentado, a lo Fiedrich, a un rojo infinito) da por liquidados los proyectos experimentales de las vanguardias.

En el ayuntamiento pamplonés, de signo conservador, el cartel ha gustado horrores. Ya el concejal que salió agraciado en el sorteó con el departamento de cultura había explicado su filosofía del arte: el arte, moderno, sí, pero que se entienda. Tenemos, pues, una filosofía decorativa del arte. Por eso el ayuntamiento ha rodeado muchas piezas escultóricas de los parques con un coqueto cerco floral. A los planos Malevich de Oteiza no les ha tocado todavía, pero todo se andará. Si es verdad que como dijo un espíritu feroz de la Bauhaus, el adorno es un crimen, los parques se están llenando de cadáveres (cadáveres aparte de los que hoy duermen la mona en la hierba más verde).

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_