Cinco días por 50.000 pesetas
El salto de Clinton
La alta gastronomía no es lo suyo. Ni el turismo de calidad. Dice llamarse Elizabeth Stark. Lo de dice es porque la conversación es un asunto demasiado complicado a estas horas de la mañana para esta joven australiana de 22 años, 1,80 metros de estatura y una melopea de caballo. Son las 9 horas de un 8 de julio. Elizabeth está recostada en la pared del bingo del club atlético Osasuna, en la Avenida de Bayona de la capital navarra, y toma su desayuno en plena acera mientras espera a que el autobús de regreso al cámping El Molino, en Mendigorría, abra sus puertas. Bebe sangría embotellada y come churros que antaño estuvieron calientes."Ha sido emocionante. La música, la fiesta toda la noche como si fuera de día y luego los toros... y todo eso". Pero ¿has corrido el encierro?. "¡Oh, no! Los he visto desde un balcón junto a Joseph y Susan. No recuerdo el nombre de la calle. Bueno, la verdad es que estaba un poco descentrada por el vino", añade la joven, cuya vestimenta consiste en un look sahariano adaptado al estilo sanferminero con el pañuelo rojo cubriendo el pelo.
Al igual que Al Hocken, que Doris y que Morgan, estos últimos estadounidenses, Elizabeth ha venido a Pamplona gracias al sistema relámpago de conocer las fiestas que organiza desde hace década y media la empresa australiana BackPacker Company. Cinco días a un precio que ronda las 50.000 pesetas para conocer los encierros, incluido el trayecto desde Inglaterra a Navarra, ida y vuelta y la infraestructura de camping en Mendigorría, Estella y otras lugares.
Los jóvenes están rotos. Los autobuses les dejarán en sus tiendas de campaña para que descansen tras la farra. "Hemos bailado toda la noche. Hace mucho calor en esta ciudad y estamos sucios. Ahora queremos ducharnos y dormir". Buena receta la de Jacob Hearts, 30 años, técnico informático de una empresa agrícola de Sidney. Jacob no conocía nada de Pamplona antes de venir, salvo las "locas carreras de los toros".
Él sí ha corrido. Su voz adquiere un tono de euforia cuando lo relata. "Ha sido grande. He corrido rodeado de muchísima gente. Cuando me he dado cuenta ya estaban los toros encima. Los he visto muy cerca. ¡¡¡Guaauuu!!!", aúlla, al tiempo que arrebata un periódico a otra torre gemela de casi dos metros de altura y clama en plena acera: "Here, I go again..." (Allá voy otra vez) y echa a correr.
Lo curioso del caso es que no recuerda en qué calle ha corrido, ni cuantos toros han pasado (ayer corrieron sólo cinco), ni a qué hora aproximada ha sido la carrera ni, lógicamente, de qué ganadería eran los astados. Son menudencias para estos angelitos que dormitan plácidamente con el aire acondicionado del autobús de Essex que en algo más de media hora los deja en el cámping El Molino, una instalación "full", según asegura una de las encargada de un lugar que estos días luce una apariencia militar, en la que el trajín es permanente y la población anglosajona se reparte entre quienes duermen a pierna suelta y quienes prolongan la fiesta en plan campero.
Entre ellos está Charles Sitts. Sombrero tejano, bañador y pañuelo rojo. "Casi todos venimos de Australia, Estados Unidos, Nueva Zelanda, aunque hay también canadienses", asegura. "A mí me hablaron de San Fermín y de este sistema, que es muy económico. Conoces a mucha gente, y, la verdad, me ha gustado mucho. Llevo dos días aquí. He visto los encierros en la plaza. Es salvaje, más que ningún rodeo y luego está el ruido en las calles y la alegría. Me encanta. No sabía que pudiera existir algo así en Europa". La mayoría de los usuarios de BackPacker Company son jóvenes, muchos de ellos estudiantes o recién graduados, que hacen turismo en Europa durante el verano. La agencia los capta en Inglaterra y los pone en Pamplona en un plis-plas. El resultado es una marea humana bastante desubicada, que se lanza desde lo alto de la fuente de Navarrería convencida de que "el propio Bill Clinton se tiró desde aquí cuando vino a San Fermín" y de que el acto es parte del programa oficial.La mayoría bebe sangría y vino de tetra brik de la peor calidad saboreándolos como si fueran finos caldos californianos. Apenas dejan dinero en Pamplona. Regresan a Inglaterra hacia el día 9 tras una fiesta tejana en el propio cámping y alguna salida a las playas guipuzcoanas. Cada año son más y se lo pasan mejor. Here I go again... es su grito de guerra sanferminero.
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