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Concebidas para triunfar

La historia, ya conocida en el circuito, es especialmente interesante. Resulta que Richard Williams concibió a sus dos hijas, Venus y Serena, para convertirlas en campeonas de tenis. Su idea nació un día frente al televisor de su casa, en el año 1978, cuando vio que una jugadora recogía un premio de 40.000 dólares tras ganar un torneo. "Oracene", le dijo a su esposa, "vamos a tener dos hijas y serán campeonas de tenis". Desde la cocina, la esposa no logró entusiasmarse: "¿Y quién lo va a pagar?", se limitó a responder.Pero Richard hablaba en serio. Había trabajado como guardia de seguridad en una compañía de limpieza, pero a partir de aquel momento comenzó a interesarse por el tenis. Jugó en pistas públicas, compró revistas especializadas, se hizo un entendido y llegó a la conclusión de que era más sencillo de lo que suponía. Sus hijas nacieron el 17 de junio de 1980 y el 26 de septiembre de 1981, en Lynwood (California) y Saginaw (Michigan), respectivamente. Venus y Serena fueron las últimas de una saga de mujeres encabezada por Lynder, Isha y Jetunde.

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A Richard se le tomó entonces por un insensato o incluso por un loco, y más todavía cuando, en el momento en que la mayor cumplía 10 años, afirmó que sus hijas serían la número uno y la dos del mundo. Pero ahora que Serena ha ganado el Open de Estados Unidos (1999) y Venus acaba de imponerse en Wimbledon, algunos comienzan a creer que realmente estas dos hermanas van a revolucionar el mundo del tenis. "Creo que van a seguir ganando muchos títulos del Grand Slam", reconoció la propia Davenport, tras su derrota.

Venus tuvo su primera raqueta a los cuatro años, pero fue tal el interés que demostró que su padre optó por retirársela de nuevo. Entonces, Richard decidió que la familia debía trasladarse al gueto de Comp-ton, uno de los más duros de Los Ángeles, para que sus niñas crecieran sin comodidades y endurecieran su carácter. Richard se proyectó entonces como un hombre de carácter beligerante, siempre crítico con el sistema americano, y especialmente combativo con el racismo. La suya fue una lucha social en favor de los negros y deportiva respecto a sus dos hijas, abanderadas de su ideario. "Cuando vi que serían campeonas", recuerda Richard, "fue un día en que le había mandado 1.000 bolas a Venus, y ella me pidió que le tirara otras 1.000". A los 12 años, la mayor ganó 63 partidos consecutivos en la zona del sur de California. Pero luego, su padre las encerró en su territorio y no les permitió seguir compitiendo, hasta que en 1991 decidió que Rick Macci, un técnico de Florida, se ocupara de su evolución tenística.

Con los primeros contratos (Reebok), entró en la familia el dinero suficiente para comprar una casa e instalarse en la costa Este. Con Macci, Venus dio sus primeros pasos en el circuito a los 14 años, con la oposición de su padre. Y luego fue el turno de Serena. El primer enfrentamiento entre ellas se produjo en el Open de Australia en 1998. Su primera final conjunta fue en Cayo Vizcaíno. Y Richard sacó una pizarra con un mensaje: "Bienvenidos a la fiesta de los Wi- lliams".

Ayer, en la final de Wimbledon, la historia se repitió, pero la lectura fue distinta. "Ésta es la fiesta de Venus y nadie había sido invitado", escribió.

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