Qué poco cambia este país
Soy el padre del alpinista Pablo Salas, fallecido el pasado 21 de junio junto a dos compañeros en los Alpes franceses. Una vez superados los primeros momentos de dolor, confusión y aturdimiento que provocó en la familia ese fatídico accidente, quisiera manifestar varias cuestiones.La primera noticia del terrible suceso nos llegó de la Federación Española de Montañismo y Alpinismo, en llamada telefónica desde Barcelona, la tarde del día 21. Así, al día siguiente, nos informaron de que se estaban llevando a cabo todos los trámites burocráticos con la mayor celeridad, con el fin de poder repatriar los cadáveres rápidamente, habiéndose desplazado incluso alguna persona de la federación a Chamonix para resolver in situ todos los problemas que pudieran presentarse.
A petición nuestra, nos facilitaron el teléfono del Consulado de España en Lyón, para que la familia pudiera hacer más presión y pudiéramos solicitar la información que nos hiciera falta.
No pudiendo hablar con el señor cónsul, lo hicimos con don José Ruiz, quien nos atendió correctamente, informándonos de que, por experiencia, él no veía factible que antes del lunes 26 los cadáveres salieran para España -a los cinco días del accidente-, argumentándonos que la burocracia en el país vecino era así de lenta y el fin de semana se nos echaba encima, y eso era sagrado para los franceses. Pero cuál fue nuestra sorpre-sa cuando recibimos un telegrama, entre casi un centenar, del secretario general de Estado para el Deporte, don Juan Antonio Gómez-Angulo Rodríguez, dándonos el pésame
en nombre del deporte español y a la vez ofreciéndose para cuanto necesitásemos (enviaré fotocopia del mismo). Aunque inicialmente no confiaba en la respuesta de un alto dirigente político, nos dirigimos a él con la esperanza de que con su gestión pudiesen acelerarse los trámites y no cogiera el fin de semana. Naturalmente, estaba reunido (qué raro, ¿verdad?); nos pasó con don Miguel Utrain, de relaciones internacionales, quien, después de hacer algunas gestiones (supongo), nos informó igual que el Consulado de Lyón: que hasta el lunes no había nada que hacer.
¿Se imaginan, después de una tragedia tan inmensa como es la pérdida de un hijo, estar esperando su cuerpo siete días? Le recuerdo que el accidente se produjo el miércoles 21, sobre las diez de la mañana, y regresó a Granada el martes 27, a las doce del mediodía; piensen qué horror es estar siete días velándolo sin estar con él. Me pregunto si entre los fallecidos hubiese estado el hijo de algún miembro del Gobierno o de algún alto cargo de la Administración del Estado, ¿hubiesen tardado el mismo tiempo? Seguro que no. Qué poco cambia este país, gobierne quien gobierne, y qué poco nos hacemos valer en el exterior, sobre todo si es Francia. Finalmente, un consejo, señor Gómez-Angulo: cambie el texto de los telegramas, que supongo están confeccionados con frases estereotipadas, y suprima aquellos ofrecimientos que no quiera o pueda cumplir.- Francisco Salas Rodríguez. Granada.
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