Pamplonicas, pamplo-clónicos, terrícolas todos JAVIER ELDER
Uy, uy, uy, miren lo que dice en este periódico: "La descodificación de la secuencia del genoma humano ayudará a comprender mejor esa predestinación genética que tienen los pamploneses para clonarse en un mismo espíritu festivo, para trasmitirse los signos colectivos de identidad".Pamplonicas, pamplo-clónicos, simpáticos terrícolas... ¿Qué? ¿Cómo tenemos hoy el genoma? ¿Tirando cohetes de contento? Pues eso va a ser que hoy es día 6.
Otro día de menos alegría hablaremos de quién inventó nuestro genoma distintivo. Hoy nos contentaremos con hablar de quién inventó la pólvora, milagro explosivo sin el que no bulliría con semejante frenesí nuestra colectiva identidad.
El pamplonés genomático debe a los chinos, árabes o ingleses -según distintos autores- la invención de la materia de la que están hechos sus sueños: la pólvora. Tan crucial invento para Pamplona se dio hacia el siglo XI, fecha desde la que datan las inmortales fiestas de San Fermín. Por entonces, lo que hoy se conoce como Plaza Consistorial, era "la tierra de nadie": un barranco en el que navarros, francos y judíos de "las tres Pamplonas" -cada una con su genoma y su gobierno aparte- dirimían disputas fronterizas.
¿En qué momento los belicosos moradores de las tres Pamplonas se tiraron al barranco, todos vestidos de blanco? Elemental, querido pamplo-clónico: en el inefable momento de comunión festiva en que empezó a bullir el genoma colectivo.
Aunque la pólvora data del siglo XI, el rito del Chupinazo no se inventó hasta finalizar la Guerra Civil -la del 36-, fecha en que los munícipes vencedores vieron muchos motivos para tirar cohetes. Salvo el año en que el ministro Fraga se apuntó al bombardeo sanferminero, la mecha siempre la prendió algún munícipe con el genoma al cien.
Hoy nuestra munícipe mayor, y primera hincha del calcio local, la alcaldesa Barcina, rompe tan añeja tradición, bien que para reforzar el rito y el mito: el Cohete lo tiran los del Osasuna, que nos pusieron el genoma al cien.
Pamplonicas, pamplo-clónicos, terrícolas todos: ¡oé, oé, oé!
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