Clinton cita a israelíes y palestinos en Camp David para desbloquear el proceso de paz
Consciente de que el éxito "no está garantizado", el presidente de EE UU, Bill Clinton, ha convocado a los líderes israelíes y palestinos el próximo martes, en la residencia presidencial de Camp David, con la esperanza de que incluso el elemento escénico juegue a favor de un convenio de paz: allí se firmó el acuerdo entre Israel y Egipto hace más de dos décadas. Clinton, que todavía espera convertir el difícil acuerdo en su legado político, no se mostró nada convencido de que el pacto pueda lograrse antes del 13 de septiembre.
Según Clinton, siete años de negociaciones entre israelíes y palestinos han desembocado en una situación de punto muerto constreñida por los "miedos, las pasiones y la entrega en la defensa de los intereses de los ciudadanos" a los que representan cada uno de los dos líderes. "No hay respuestas fáciles y, desde luego, no las hay que no sean dolorosas". "Por eso", dijo Clinton en el anuncio de la convocatoria, "claramente no hay ninguna garantía de éxito". El primer ministro de Israel, Ehud Barak, y el líder palestino, Yasir Arafat, se reunirán con Bill Clinton el próximo martes en el complejo de Camp David, la residencia de descanso para los presidentes estadounidenses en la que Jimmy Carter impulsó el acuerdo entre Israel y Egipto en 1978. La cumbre "tenía que ser en un entorno positivo que inspire a los líderes hacia el acuerdo", dijo Clinton.
Aunque el presidente estadounidense no esconde su interés por pasar a la historia con algo que no sea los escándalos de su mandato, Clinton reconoció que las "diferencias significativas" entre israelíes y palestinos hacen difícil cumplir el plazo inicial del acuerdo fijado el 13 de septiembre, la fecha en la que Arafat promete declarar el Estado palestino. Sin embargo, Clinton no guardó la misma moderación cuando aseguró que, "si trabajamos duro, podemos lograr el acuerdo en unos pocos días". El presidente estadounidense confirmó que participará activamente en las negociaciones.
En Israel, Nathan Chtcharansky, ministro del Interior israelí y dirigente del partido Israel be Aliya, constituido básicamente por emigrantes de origen ruso, decidió ayer, fulminantemente, presentar su dimisión del Gobierno de coalición, llevándose consigo los cuatro diputados que dan a Ehud Barak la mayoría en el Parlamento de Jerusalén. La dimisión del ministro, de acuerdo con el reglamento, se formalizará el próximo domingo en la reunión del Consejo de Ministros.
Chtcharansky, un hombre con grandes influencias entre la comunidad judía y la Administración en Estados Unidos, dimite en protesta por la cumbre tripartita de Washington, ya que teme que se efectúen importantes concesiones territoriales a los palestinos, lo que perjudicaría a un buen número de colonos de origen ruso. La cita de Camp David es una respuesta inmediata y contundente a la decisión del Consejo Central de la OLP de proclamar el Estado de Palestina unilateralmente, "con acuerdo o sin acuerdo de los israelíes", el próximo 13 de septiembre, lo que para el Gobierno hebreo supone el abandono del proceso de paz.
Pero además la convocatoria de la cumbre tripartita en Estados Unidos se produce pocos días después de que la secretaria de Estado norteamericana, Madeleine Albright, fracasara por la obstinación de Yasir Arafat a celebrar una reunión en Estados Unidos, alegando que "previamente había que acercar posturas si no se quería que la reunión fuera un fracaso".
"Éste es, indudablemente, un momento importante en la historia de los intentos para resolver el conflicto entre nosotros y los palestinos", aseguró Barak en la capital francesa instantes después de que Clinton anunciara oficialmente la cumbre tripartita en Camp David, algo que el propio Barak ha estado defendiendo y propugnando en las últimas semanas como única fórmula válida para resolver los problemas importantes del proceso de paz.
El jefe del Gobierno israelí añadió que ocuparía "la cabeza de la delegación con un profundo sentido de la responsabilidad por el porvenir de todos los ciudadanos de Israel", pero el mismo Barak trató de lanzar desde París un mensaje tranquilizador a los movimientos radicales colonos y ultrarreligiosos que se oponen a cualquier cumbre en Estados Unidos.
"No firmaré ningún acuerdo que no tenga en cuenta los imperativos de seguridad y nuestros intereses", recalcó Barak, quien reiteró por último su decisión de "someter a referéndum" los términos del posible acuerdo.
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