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En busca del dorado

Veintisiete mujeres paradas de entre 30 y 60 años recuperan en Cádiz las técnicas artesanales cofrades

A 27 mujeres gaditanas, desempleadas de larga duración, sin cualificación profesional y con edades que van de los 30 a los 60 años, su perfil laboral no les hacía albergar muchas esperanzas de encontrar un empleo. Pero el golpe de fortuna llegó de la mano del arte: el de las técnicas relacionadas con la artesanía cofrade. Durante seis meses, han pulverizado los más optimistas vaticinios y han adquirido pericia y diligencia en las técnicas de la talla y el dorado gracias al Programa de Desarrollo de Artesanía Local, que auspició el Ayuntamiento de Cádiz bajo el amparo económico del pacto Bahía Activa y el Instituto Nacional de Empleo.

"Son perfeccionistas, meticulosas y pacientes", dice Antonio Vargas Pacheco, jefe monitor del taller de dorado, quien se deshace en elogios hacia sus pupilas: "Les gusta el oficio y eso, a la vez que es necesario, se nota".

Ana Moreno, de 44 años, al igual que sus compañeras, con la arrogancia del novato y la meticulosidad del veterano, sigue cada uno de los procesos del dorado sobre la talla: unta la cola de conejo y tiza, las cinco o seis manos de yeso hasta dejar la pieza ciega (sin forma), la retalla y la perfila perfectamente hasta dejarla sin el mínimo poro con lijas finas del triple cero. Tras las manos de barro Bol -especial para estos menesteres- se seca y se gruñe. El proceso, minucioso, se completa con la colocación del oro fino en papelinas, cortado sobre la plomazón o paleta.

La polonesa o brocha sujeta el oro -que se deshace si cae en las manos- gracias a la grasa que retiene del pelo que previamente ha peinado sobre la cabellera de Ana. Depositado el oro sobre la talla con un pincel húmedo, que debe escurrir la artesana en su propia boca, Elena Caballero, de 36 años, recoge el testigo de su compañera y sujeta la piedra de ágata o bruñidor para empastar el oro y dar el juego de profundidad de metal amarillo.

Sin un ápice menos de complicación, estas mujeres han sido adiestradas para el proceso de talla por Mario César de la Cuevas, monitor en estas lides. "Es emocionante ver cómo han aprendido y lo ilusionadas que están", subraya.

La experiencia, pionera en Andalucía, ha estado coordinada por la Fundación Municipal de la Mujer, cuya gerente, Fátima Salaverri, explica que estas mujeres han encontrado un empleo remunerado con un sueldo medio.

La calidad de sus trabajos se ha plasmado en la restauración de objetos como esquinas y ánforas de paso, columnas, guirnaldas, cresterías, ménsulas talladas y todo tipo de ornamentos que les han confiado las cofradías Oración en el Huerto, Las Penas, La Expiración y El Perdón. Sus trabajos fueron expuestos, con éxito de asistencia, hace unos días en la sede del Consejo Local de Hermandades.

Concluido su periodo de aprendizaje, el paso próximo, para completar el camino es que estas mujeres se constituyan en cooperativas o sociedades anónimas laborales.

Con esta idea, la Fundación Municipal de la Mujer quiere beneficiar, por una parte, a estas artesanas y, de paso, a la comunidad cofrade. Ésta, siempre celosa con sus pasos, no tendrá que acudir fuera de la provincia a realizar estos arreglos, porque, como subrayan sus monitores, "la artesanía, aunque estas mujeres la han aprendido a los 40, la dominan como el mejor".

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