El empujón de los dioses
Esta Eurocopa nos recuerda por qué el fútbol apasiona a medio mundo, a pequeños y mayores, a pobres y ricos, a los que han jugado a un alto nivel y a los que nunca han participado en un partido competitivo en sus vidas. No es porque exista más arte en el fútbol que en otros deportes, ni porque se preste más a un riguroso análisis cerebral. El fútbol genera más pasiones que el baloncesto, el tenis, el rugby y el golf porque es más imprevisible; ninguno otro genera más dramatismo. El fútbol es como una buena obra de teatro, ofrece un fiel reflejo de la vida. Cruel, glorioso, injusto, causa felicidad y tristeza en igual medida y cuando uno menos se lo espera. Los seres humanos tienen un control limitado sobre sus destinos. Pueden determinar lo que les va a ocurrir sólo hasta cierto punto. Como los futbolistas, los técnicos, o los hinchas.Italia en la final contra Francia era como un individuo afortunado -enamorado, rico, adorado por los hijos, querido por los amigos- que, de repente, en su momento de mayor plenitud, sufre un ataque al corazón, o le atropella un autobús. Francia hacía en ese partido el papel del individuo que sabe que es talentoso, simpático, bien parecido pero al que la vida no le ha salido bien -hasta que de repente, al borde de la muerte, en el minuto 93, gana la lotería y todo el mundo se enamora de él-. Y así constantemente en esta Eurocopa, en el fútbol en general.¿Quién hubiera apostado hace un año que el Depor le iba a ganar la Liga, con diferencia, al Barça de Rivaldo, Kluivert y Figo? ¿O que el Valencia lo humillaría en la semifinal de la Copa de Europa? Hoy el fútbol español, se dice, debe entrar en una etapa de autocrítica, de reflexión. Sí. Es verdad. Parece no ser del todo casualidad que la selección siempre falle en el momento de la verdad. Pero eso no es decir que la casualidad, que la suerte, no tuvo un papel determinante en su resultado. Si los dioses hubieran sentido una pizca más de compasión por los hombres de Camacho, por Raúl, ¿quién sería capaz de afirmar con total seguridad que no hubieran sido los españoles, en vez de los franceses, los que estarían festejando hoy el triunfo de su selección? Muchos equipos que han jugado como jugó España contra Francia han acabado ganando partidos. Muchísimos. Ocurre todos los fines de semana, mil veces, en todo el mundo.
Ahora, reflexionando sobre lo que ha pasado, decimos que Francia fue más potente, tuvo en el campo el mejor jugador, demostró más madurez. Pero, ¿y si Raúl no hubiera fallado ese penalti? ¿Y si entonces, los franceses, tan destrozados como los italianos en la final al ver la victoria arrebatada tan cruelmente de sus manos, se hubieran rendido en la prórroga ante la furia española? Se pueden hacer muchas interpretaciones de por qué España perdió contra Francia, pero una igual de válida que cualquiera es que los dioses se convencieron de que habían sido demasiado generosos con Raúl en estos últimos tiempos.
Y si se puede postular la idea, sin exagerar de manera absurda, que España podría haber ganado la Eurocopa, ¿qué decir de la selección holandesa? ¿hay algún conocedor del fútbol por ahí, algún sabio comentarista, que hubiera pronosticado que Holanda iba a fallar, no dos, sino cinco penaltis contra Italia? No. Eso sólo lo saben los que se anticipan al destino, los dioses que determinan la suerte o la mala suerte. Ahora la prensa francesa declara que su selección es imbatible. Ésa sí que es una exageración absurda. Existen argumentos, desde luego, para afirmar con seriedad que Francia tiene la mejor selección de Europa. Pero si la suerte se hubiese colocado del lado de España, o de Portugal o de Italia ahora estaríamos diciendo, como mucho, que la mejor selección no ganó. Que es lo que estará diciendo, también con buenos argumentos, mucha gente en Holanda. Los mismos que se lamentarán del hecho, extraordinariamente desafortunado, de que Holanda nunca haya ganado un Mundial.
De vez en cuando aparecen individuos tan superdotados que logran vencer a la suerte. Ocurre cuando los mismos dioses salen a jugar al campo, como en el caso de Brasil de 1970. Pero si recordamos a esa selección aún hoy como la que mejor ha jugado al fútbol en la historia es precisamente porque fue una excepción a la regla. La lógica de la victoria, la ciencia que muchos intentan identificar en el fútbol, se imponía con ellos en un cien por cien de los casos. Cuando se habla de equipos mortales, como la actual selección francesa, la lógica -la preparación, la táctica, el talento individual, la garra- sirve hasta cierto punto. Hasta un 90% o un 99%. Pero no olvidemos que ese punto de suerte, en un torneo como esta Eurocopa, es lo que determina quién gana y quién se va a su casa llorando. Y que por eso, a fin de cuentas, todos estamos tan locos por el fútbol.
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