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Del Pentágono a Wall Street

Los 55 años es una edad perfecta para cambiar de profesión, sobre todo si la anterior provocaba un fuerte estrés. Lo que parece seguro es que el nuevo empleo de Wesley Clark puede llegar a ser tan incómodo como el que tenía cuando era comandante supremo de las fuerzas aliadas en Europa: el general Clark se lanza a jugar en la bolsa.Ahora el enemigo ya no es Milosevic o los mandos que criticaron su comportamiento durante la Guerra de Kosovo. A partir de ahora Clark tendrá que enfrentarse a esa clase social despiadada que forman los "tiburones" de la bolsa para los que no existen los amigos sino los beneficios.

En una entrevista en el diario francés Le Monde, Clark parece haberse tomado con buen humor el retiro prematuro con el que ha concluido su carrera o con el que ha pagado sus errores, según se interprete la jubilación militar que disfruta desde el viernes pasado. Dice sentirse "feliz y entusiasmado" ante la perspectiva de combatir a golpe de compra o venta de acciones y anuncia que el frente, para él, estará a partir de ahora en un banco de negocios.

Para moverse en Wall Street, dice Clark, se requieren las mismas virtudes que exige el mando militar: "Buen juicio, liderazgo, aptitud para el trabajo estratégico, precaución y valor". El aspecto marcial de Clark también le será útil en la nueva economía.

Sin embargo, esa felicidad expresa no esconde el desánimo que todavía le produce lo que para él fue una guerra nunca cerrada. No sólo le irrita pensar que Milosevic siga en el poder un año después de perder la batalla; a Clark le parece casi una traición que se especule con conceder inmunidad al presidente yugoslavo a cambio de que abandone el poder. Ese plan, que según la prensa de Estados Unidos ha nacido en el mismo Pentágono en el que Clark todavía tiene un despacho, sería para él una auténtica irresponsabilidad internacional: "Milosevic es un criminal de guerra. Tiene que ir al Tribunal de La Haya".

Con la misma pasión que empleará en las operaciones financieras que espera cerrar con compañías tecnológicas, Clark defiende el triunfo aliado en lo que para él "nunca fue una guerra de verdad", dice el general. Asegura que no llevan razón quienes le acusan de haber ganado mal esa batalla por permitir que el enemigo siga todavía disfrutando del mismo poder: "Milosevic no fue nunca nuestro objetivo militar", se justifica.

Lo único que lamenta Clark de aquella contienda es la falta de un criterio militar único. Él hubiera preferido una acción más contundente y menos diplomática: "Una vez que se decide recurrir a la fuerza militar, hace falta emplearla de manera decisiva para lograr los objetivos", asegura.

Wesley K. Clark creció en Little Rock, en el estado de Arkansas, al lado de la casa en la que pasó su infancia el actual presidente de Estados Unidos. El destino le preparó otra coincidencia con Bill Clinton: los dos hicieron las maletas en el mismo momento para marcharse a estudiar a Oxford, al otro lado del Atlántico. Allí, ya graduado en la Academia Militar de West Point (Nueva York), completó estudios de Filosofía, Política y Economía.

En los años que separan sus estudios de su retiro, Clark ha hecho de todo: instructor, profesor de Ciencias Sociales en academias militares, responsable de las actividades militares de EEUU en Latinoamérica y el Caribe y Director de Planes Estratégicos del Pentágono. Entre Vietnam y la Guerra del Golfo, Clark ha participado activamente (incluso en el terreno de batalla) en todos los conflictos militares en los que su país ha tenido algún grado de implicación.

El premio final: comandante supremo de las fuerzas aliadas en el cuartel general de la OTAN en Bruselas. Fue el encargo más efímero de su carrera; fue relevado en mayo por el general Joseph W. Ralston. ¿De qué se arrepiente? De nada, dice en el mencionado diario francés, pero lamenta que a pesar de disponer de semejante poder militar "yo sólo hiciera las recomendaciones para que "ellos" tomaran las decisiones". A partir de ahora será al revés: Wall Street le inundará de recomendaciones pero sólo él decidirá hacia dónde mover el dinero.

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