Ciscar
Cuentan algunos que en su etapa de consejero de Educación y Cultura de la Generalitat, Ciprià Ciscar solía citar a sus invitados a las tres de la tarde para comer. Hasta aquí nada extraño, pero añaden sus adversarios que Ciscar ya había almorzado a esas horas y de ese modo se concentraba en la conversación mucho mejor que sus interlocutores que llegaban a la mesa más preocupados por saciar su hambre que por los avatares de la charla. Modelo de negociador incansable, capaz de permanecer literalmente sentado durante horas, imperturbable en el gesto, con esa sonrisa entre la teatralidad y el cálculo frío, Ciprià Ciscar ha recorrido durante los últimos 30 años todos los escalones, palacios y sótanos de la política. Dirigente estudiantil antifranquista, alcalde de Picanya, consejero en la época dorada del socialismo valenciano, impulsor de la renovación educativa y cultural de los ochenta, Ciscar aspiró desde niño a la presidencia de la Generalitat. Pero la agonía del PSOE en los años de los escándalos desvió su camino y aupó su figura -entonces de consenso- a la secretaría de organización donde se ha volcado en una implacable tarea de limpieza de disidentes por orden de Felipe González, primero, y de Joaquín Almunia, más tarde.Prototipo de político florentino, tanto en positivo como en negativo, Ciscar fue apartado de la ejecutiva federal del PSOE tras el desastre electoral del pasado marzo. Pero, como buen corredor de fondo, Ciscar concentra ahora sus esfuerzos en recuperar la hegemonía en la federación valenciana. Ahora bien los tiempos han cambiado mucho y, recordando la famosa disyuntiva de El príncipe, Ciscar no es ya amado ni temido por una mayoría de socialistas valencianos. Y al hilo del ejemplo de Maquiavelo, muchos compañeros de su partido piensan que Ciprià Ciscar debería saber retirarse de la escena pública y dedicarse a escribir sus memorias o incluso una comedia donde retrate el esperpento de los últimos años del PSPV durante los que el político de Picanya ha sido actor, director y guionista.
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