El azote del "viejo capitalismo francés"
El patrón más poderoso de Francia, excepción hecha, naturalmente, del Estado, es un hombre obsesionado con la idea de no llegar tarde a las citas que impone el proceso de mundialización. Lo dicen sus amigos: "Si fracasa, nunca será por haber llegado tarde, sino por haberse adelantado demasiado". Pese a lo espectacular y meteórico de su carrera, Jean-Marie Messier no tiene en absoluto buena prensa en los medios empresariales tradicionales franceses. Con 44 años, el PDG (presidente director general) de Vivendi resulta demasiado joven, demasiado orgulloso, demasiado audaz, quizás, para que el establishment empresarial francés pueda aceptarle. Las patronales y los grandes empresarios no le perdonan, por ejemplo, que a las primeras de cambio, en 1997, antes incluso de que iniciaran las discusiones formales con la ministra de Trabajo, Martine Aubry, aceptara y aplicara por su cuenta la semana laboral de 35 horas.No soportan sus destempladas críticas al "viejo capitalismo francés", sus discursos sobre la compatibilidad entre el beneficio y las obligaciones sociales, frases como ésta: "Sólo una empresa socialmente responsable podrá asegurar su beneficio en el nuevo siglo". No lo aguantan, aunque supongan que parte de toda esa retórica va dirigida a engrasar sus buenas relaciones con los socialistas, a posponer indefinidamente uno de esos proyectos de ley que debía dificultar los procesos de concentración en los medios de comunicación.
La fama de oportunista insolidario, de megalómano incorregible que se ha granjeado en esos medios no puede eclipsar en ningún caso lo fulgurante de su trayectoria, ni su capacidad para sobreponerse a las situaciones comprometidas. Jean-Marie Messier, conocido como J6M, por aquello de "Jean Marie Messier Moi-Même Maître du Monde" (Yo Mismo Dueño del Mundo) cultiva preferentemente el arte de la seducción; pero, llegado el caso, puede ser muy firme y hasta implacable, según cuentan los que asistieron a su toma del poder en la compañía.
En su retrato, "no autorizado", el escritor Daniel Fortin escribe lo siguiente: "Como todos los grandes patronos, Messier ha tenido que ganarse los galones demostrando que sabía hacer correr la sangre. Su particularidad es que nunca es él quien empuña personalmente el sable. A decir de sus amigos, "es un hombre que cuando parece tocado puede levantarse y terminar ganando por KO".
El futuro presidente de Vivendi Universal entró en la élite dirigente por los mismos senderos de gloria: Escuela Politécnica, Escuela Nacional de la Administración (la prestigiosa ENA), por las que han pasado la práctica totalidad de los hombres que mandan en Francia. Con 29 años, se convirtió en el más joven director de gabinete de la V República y, en seguida, dio pruebas de una inteligencia especial para diseñar los núcleos duros de las privatizaciones del Gobierno liberal de Edouard Balladur.
La llegada de los socialistas le condujo al puesto de gerente asociado del Banco Lázard y, después, en 1996, con 40 años, a la Compagnie Générale des Eaux (CGE), antededente de Vivendi.
Al frente de este imperio, J6M continuó acreditando esa imagen de persona brillante, buen padre de familia (tiene cinco hijos) y empresario social, al tiempo que seccionaba de los brazos de la compañía a sospechosos de prácticas corruptas.
Sin dejar de atender sus actividades tradicionales, Vivendi fue encaminándose al sector de la comunicación con la compra de Havas, Canal+, L'Express, L'Expansion y el desarrollo de la rama telefónica (Cegetel). El último paso de este hombre católico, natural de Grenoble, confirma espectacularmente esa misma apuesta.
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