Demasiado O'Neal
Shaquille, de 28 años, se consagra como un 'pívot' imparable tras ocho temporadas en la NBA
Larry Bird dejó ayer su corta carrera de tres años como entrenador tras estrellarse de nuevo contra los Lakers. Como jugador con tres anillos, el admirado alero de los Celtics perdió dos campeonatos en los años ochenta ante el equipo amarillovioleta de Los Ángeles. "O'Neal ha sido demasiado para nosotros", fue la única explicación que pudo dar Bird al final del partido.O'Neal, de 28 años, ha sido demasiado para todos los demás equipos, incluido el propio. "Hasta que no se juega con él, no se da uno cuenta de cómo mejora ante su presencia, lo fácil que se hace el juego cuando él está en la pista", decía un entregado Rick Fox. "Ha sido MVP (mejor jugador) toda la temporada. Así que es apropiado que también lo haya sido en la fase final".
Las estadísticas de Shaq son abrumadoras. Nadie puede parar al ágil gigante de 2,15 y 150 kilos. El lunes por la noche marcó 41 puntos, capturó doce rebotes e hizo cuatro bloqueos. En los seis partidos ante los Pacers, su promedio ha sido de 38 puntos, con casi 17 rebotes por partido. Shaq, ya entre los grandes, rompería los marcadores si no fuera un desastre desde la línea de los tiros libres. En el partido de su primer título sólo metió tres tiros libres de doce lanzamientos.
Esa flaqueza es el único consuelo que les queda a los equipos rivales, que lo explotan más allá de los límítes de lo deportivo. En los últimos minutos del partido del lunes, con el marcador ajustado y con todas las posibilidades en la mano, los Pacers le hacían falta sin parar. Se trataba de forzarle a tirar personales en la confianza de que fallaría y el balón volvería a poder del equipo de Indiana sin que hubiera corrido el reloj.
Phil Jackson tuvo que retirar de la pista a su mejor arma para evitar que se volviera contra él. Shaq saltó de nuevo a la cancha a falta de menos de dos minutos, cuando lanza la personal el jugador que tiene el balón, con independencia de quién la sufra. En esos dos minutos, nadie tocó a O'Neal.
La victoria fue para Shaq la culminación de una larga carrera, de ahí sus lágrimas del final. "Me he aguantado la emoción durante once años: tres años en la universidad y ocho en esta liga, siempre queriendo ganar", decía para explicar la imagen del matador convertido en niño. "Ahora ha reventado. Estoy feliz por Phil. Estoy feliz por mis compañeros. Estoy feliz por la ciudad. Es un gran momento". Ya recuperado de la emoción se le preguntó si esto es el principio de lo que en la jerga deportiva norteamericana es una dinastía., una larga serie de años de triunfos. "Sí", vaticinó. "Vamos a conseguir cuatro o cinco más".
O'Neal ha logrado con Phil Jackson la tranquilidad y la seguridad de los campeones. En víspera del partido -tras la paliza del quinto choque en Indiana, donde los Lakers perdieron por 33 puntos, una diferencia que no habían sufrido en toda una temporada corta de derrotas-, cuando podían haber entrado dudas a los Lakers, O'Neal se fijó en Jackson. "Tú le miras y no le ves preocupado. Y entonces piensas, porqué me voy a preocupar yo". Esa seguridad psicológica unida al poderío físico causa estragos en los rivales, aterrorizados ante su dominio. El lunes, hubo una jugada emblemática de lo que es y supone Shaquille O'Neal. Kobe Bryant le pasó el balón casi en el límite de la bombilla. Cinco jugadores, todos los Blazers, se le echaron encima. Entre un bosque de brazos y cuerpos, Shaq fue capaz de saltar y meter la pelota en el aro. Demasiado para los Pacers. Demasiado para todos.
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