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Pequeñeces

Rosa Montero

Ya se sabe que los medios de comunicación de un país reflejan los prejuicios y las jerarquías sociales existentes; y hay muchos asuntos que apenas si salen en la prensa porque van a contrapelo de los valores oficiales y son considerados pequeñeces. Por ejemplo, hace unos días dijeron en Radio Nacional, en el programa de Carlos Herrera, que en las fiestas del Rocío de este año habían muerto decenas de caballos. Al parecer, obligaron a los animales a arrastrar carros cargados hasta con veinte personas, de modo que las pobres bestias reventaron por el esfuerzo tras sufrir unas agonías espantosas. Me imagino a esos centenares de energúmenos vestidos de pomposos volantes y trajes cortos, con todo el medallerío hincado en la pechera y luciendo sonrisa imbécil para la prensa rosa, mientras el caballito que les arrastra penosamente recibe latigazos, sangra por los hocicos y se desploma, y, la verdad, me parece una noticia interesante, un símbolo elocuente de la mentecatez y la crueldad más descerebrada. Pero ya ven, tan sólo lo mencionaron en una radio.Y lo mismo se puede decir de la carta de protesta que han firmado las doce parlamentarias españolas que acudieron a la cumbre de la Mujer en Nueva York. La noticia sólo la sacó EL PAÍS (menos mal), pero ocupó una pizca de columna. Y, sin embargo, tal vez sea la primera vez que representantes de todos los partidos parlamentarios firman una queja conjunta. Las doce mujeres iban como asesoras de la delegación española ante la cumbre de la ONU; repito que encarnaban a la totalidad del arco político, y entre ellas estaba la vicepresidenta segunda del Congreso. Era una delegación de altísima representación, por tanto, pero, contra toda costumbre, no fueron recibidas ni despedidas oficialmente por nuestra Embajada permanente ante la ONU. Y lo que es peor, al parecer la Embajada no les informó de manera adecuada sobre los trabajos de la cumbre, y les ninguneó simpáticamente, como si fueran unas cuantas mujercitas que hubieran ido de compras a Nueva York. Son los viejos prejuicios, que emergen, insensatos y cerriles, arrinconando a la delegación de mujeres y luego minusvalorando la noticia de su queja. Pequeñeces.

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