La vuelta a una ingenua pureza
Pasa con los préstamos a tres bandas entre flamenco, copla y folclore, lo que con los geranios de diversa coloración. Que si se ponen muy juntos en la terraza, acaban contagiándose unos de otros. Al cabo de un tiempo, sin embargo, dominará el más intenso. Ocurrió con el vasto dominio de la copla, en la etapa franquista, que impregnó todos los cantables escénicos de una "coloración andaluza", que a punto estuvo de dar al traste con las sutiles pero irreductibles diferencias que hay entre la canción aflamencá (plena de efectismos, gorgoritos, jipíos y resistencias pulmonares), unas sevillanas corraleras (auténtica música folclórica) y unas siguiriyas de Antonio Mairena (flamenco de verdad). El pandemónium fue de tal calibre en los años del oprobio, que el mismo lenguaje acusa las copiosas incertidumbres de tanta mixtura.No se sabe muy bien cómo llamar al artista que canta coplas. ¿Coplista? No existe. ¿Cupletista?, viene de cuplé, no de copla. ¿Tonadillera? La tonadilla, según vimos, era otro género, pariente pobre de la zarzuela. Folclóricas, prosperó en los 60-70, sin perder un aire despectivo, como si el saber popular (que eso significa en origen esta noble palabra, folclore) tuviera culpa de algo.
"Intérprete de la canción española", resolvió finalmente la época a la que nos referimos, en un circunloquio tan largo como impreciso, de cuando Andalucía tuvo que pagar aquella lamentable plusvalía de marca nacional. El resultado de tan notable confusión se veía en aquellos espectáculos de variedades, donde, acompañando siempre al artista principal, aparecían los cantaores flamencos, los grupos folclóricos y hasta un señor vestido de marrón que, naturalmente, contaba chistes marrones.
Lo mismo ocurre con el autor de letras para coplas, tipo Rafael de León. No existe un término adecuado. ¿Coplero? Tiene matiz peyorativo. Canzonetista, sugieren algunos autores, al itálico modo. No cuaja. En cambio se han consolidado, y en exclusiva, las palabras cantaó, bailaó, tocaó, para el flamenco, y aunque el Diccionario Propiedad de los Señores Académicos se resista a incluirlos tal cual.
El tiempo, en fin, ha puesto cada cosa en su sitio. A la copla le quitó la ganga franquista y la devolvió a la ingenua pureza que ya tuvo en los años anteriores a la guerra civil, cuando el imperio de Imperio Argentina. Y si hoy canta una María Vidal, pongamos por caso, ya nadie vincula su honda melancolía sino con los infortunios del amor, que es de lo que se trata. Y de aquella mezcolanza sólo queda lo que siempre hubo: un subcódigo de andaluz específico, el que hace que "por un puñao de parné, Bien Pagá fuihte mujé" sólo pueda decirse exactamente como se dice, lo cante quien lo cante, ya sea el gran Miguel de Molina o Joaquín Sabina el grande.
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