Pulcinella en Barcelona JOAN DE SAGARRA
Dentro de una semana, el 26 de junio para ser exactos, se inaugura el festival de verano de Barcelona, el Grec 2000. Un Grec que, según las palabras del alcalde Clos, "concentra l'esforç a portar les millors produccions escèniques internacionals i es prepara per constituir-se en ambaixador dels creadors locals arreu del món". "Hem d'aprofitar, en aquest sentit", añade el alcalde Clos, "que Barcelona està en un moment important des del punt de vista estratègic, amb un horitzó immediat en que ja albirem el Fòrum Universal de les Cultures del 2004, un esdeveniment de gran projecció internacional que donarà un impuls definitiu a la ciutat".El festival de verano de Barcelona, el Grec, tiene nuevo director, Borja Sitjà, un personaje familiarizado desde algunos años con "les millors produccions escèniques internacionals" desde una atalaya privilegiada: la del Théâtre de l'Odéon-Théâtre de l'Europe de París, donde trabajó primero con Lluís Pasqual y luego con Georges Lavaudant. Según las palabras del alcalde Clos, todo hace pensar que Borja Sitjà es la persona encargada de internacionalizar definitivamente "els creadors locals", o cuando menos el Grec, y preparar a éste como una de las plataformas ciudadanas del 2004.
Los que me conocen, los que me leen, saben que mi escepticismo frente al Fòrum Universal de les Cultures, frente al 2004, es total. Y no porque no acierte a comprender, por más que me esfuerce, la jerigonza altamente tecnocrática y marrullera del señor Ferran Mascarell y de sus dakois, sino porque tengo mis dudas de que ese tinglado contribuya a dar "un impuls definitiu a la ciutat". ¿Qué impulso? ¿A qué ciudad?
Pero, en fin, olvidémonos del 2004 y centrémonos en el Grec de este año. Lo primero que ha hecho Borja Sitjà, muy sensatamente, en mi opinión, es recortar la programación en el tiempo y en el espacio. Ahora el Grec dura un mes, pocos días más, y la sección oficial se concentra en unos locales, reduciendo considerablemente la sección abierta, que en anteriores convocatorias equiparaba al festival con un mercadillo interminable y un tanto sospechoso. Además, Borja Sitjà se saca de la manga una ciudad invitada: Nápoles, ciudad que, como saben mis lectores, es, después de Roma, mi ciudad favorita, donde me agradaría vivir y morir.
Eso de invitar a una ciudad a un festival no es ninguna novedad, y mi amigo Borja lo sabe. No hace mucho lo hicieron, con fortuna, los allumés de Nantes, y Aviñón hace años que no lo hace con ciudades, pero sí con países, regiones o continentes: este año con los artistas del Báltico y los Balcanes. Estas invitaciones, al margen de la calidad de los espectáculos y demás actos que ofrecen, suelen funcionar en ciudades como Nantes o Aviñón, en las que el festival está en la misma ciudad, en sus calles y plazas, y éstas son territorio peatonal, del peatón. Yo he visto en un bar de Nantes, junto a la ópera, a una familia de puchinelas napolitanos tomando un refresco antes de actuar en plena calle, como he visto a otra familia de semejantes criaturas tomar el café en el Gambrinus de Nápoles antes de ir a visitar a los parientes.
Invitar a Nápoles al Grec 2000 me parece una excelente idea, pero me pregunto qué pensará Pulcinella cuando le digan que el alcalde Clos califica las fiestas de la patrona de la ciudad, la Virgen de la Merced, de "festa major del Mediterrani". Y me pregunto qué pensará Pulcinella cuando tome café, si es que lo toma, con el señor Ferran Mascarell o alguno de sus dakois.
Ayer, en Babelia, leía una entrevista a Luca Ronconi: "El teatro francés es un teatro intelectual. El teatro anglosajón está ligado a la sociedad. La constante del teatro italiano es la de no estar ligado a la sociedad", decía Luca. Y ponía un ejemplo: "Pirandello siempre ha escrito sobre sus obsesiones y nunca de su relación con la sociedad italiana de aquellos años". Pero ¿quién dice que Pirandello era italiano? Pirandello era siciliano -o acaso alemán-, pero no era italiano. Del mismo modo que Pulcinella no es italiano. Pulcinella es napolitano, y como buen napolitano le costará entender que la festividad de la Virgen de la Merced sea "la festa major del Mediterrani". A Pulcinella, como verdadero genio, personaje emblemático de la ciudad de Nápoles, capital del reino de Nápoles, se le ha intentado cocinar con todo tipo de salsas. Después de la guerra, de la II Guerra Mundial, Eduardo de Filippo, extraordinario Pulcinella, quiso convertirlo en un personaje "positivo", símbolo de un mundo que había que construir más que reconstruir, de un mundo nuevo. Pero aquel intento de un Pulcinella assenyat duró lo que tenía que durar. Pronto se volvió a imponer el Pulcinella de siempre, estrechamente ligado a la sociedad napolitana: esa familia de puchinelas a la que vi tomar café en el Gambrinus. El Pulcinella encarnado por Totó, un Pulcinella que es "verità di natura contro le costrizioni della cultura", como afirmaba el príncipe.
Bienvenido seas a la Gran Encisera, Pulcinella. Y bienvenidos sean tus acompañantes, Roberto de Simone, Enzo Moscato, Peppe Barra, Eugenio Bennato, Fausto Cigliano... Bienvenidos a la "festa major del Mediterrani", al futuro Fòrum Universal de les Cultures, al futuro 2004 y a la mare que els va parir! ¡Pásatelo en grande, Pulcinella! Ojalá encuentres una Carulì de l'esquerra de l'Eixample para hacer como hacen los peces "quanno sponta la luna a Marechiare". Meriéndate todos los babás que encuentres, las lionesas, los tortells, los tocinillos, las cremas de San José, las cocas, y piensa que aquí, afortunadamente, todavía tenemos un Borbón. Ésta es tierra de golosinas, Pulcinella. Y no olvides de lucir, al anochecer, tu hermosa joroba y tu linda napia por los aledaños de la Generalitat. Quién sabe, lo mismo te confunden con un nuevo candidato a la presidencia del Barça.
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