El silencioso paso de las generaciones
Una moda de París es la de los cafés philo, donde, a eso de media tarde, se reúne un grupo en torno a alguien que perora sobre cuestiones de filosofía. ¿Es concebible algo similar aquí, en Barcelona o en Madrid? Mientras en Francia siguen reservando tiempo para discurrir sobre cuestiones de fondo, aquí hemos reiniciado patológicamente, como en los años de la autarquía, una endogamia circunstancial que nos fija a la pringosidad de la política más doméstica. Mes tras mes, los libros de análisis que se editan en España se refieren a la superficie de la política, barrenando sobre las mismas cuestiones. Entretanto, el mundo produce tendencias, estilos intelectuales diversos.Hace unos días se ha publicado en Francia un libro de Jean-Christophe Cambadélis, Le chuchotement de la vérité, que examina las generaciones que, desde el 68, van marcando las referencias. Cambadélis, que proviene de la extrema izquierda y es ahora, cuando tiene unos 45años, diputado del Partido Socialista francés, se incluye en la generación hiperpolitizada e hiperideologizada que alcanzó su momento álgido a mitad de los años setenta. Cada generación, dice Cambadélis, obtiene buena parte de su identidad negando a la precedente, y la suya hizo esto con la del 68 para ser víctima, después, de la refutación de la "generación 1986" , llamada "generación moral". Una "generación moral" que fue protagonista del primer combate contra el reciente racismo de Europa y promotora de la obsesiva noción de transparencia.
Por causa del turbio oleaje de corrupciones que pobló la primera mitad de los noventa, la "generación moral" sintió una profunda aversión hacia los políticos o la política. Fue una generación apolítica, sin sentido de la historia y sin elaboraciones propias. Escéptica y técnica, se ubicó en sintonía con la hegemonía de la tecnocracia planetaria y el formidable dominio del mercado. En esta generación abundaban las acusaciones contra el orden económico, contra la falsa democracia, contra el funcionamiento de la justicia, pero sin ofrecer alternativas. El movimiento insistía en la negación, pero sin explicaciónes ni una diferente concepción del mundo.
La generación más actual, sin embargo, la que asciende hoy, no padece los mismos prejuicios contra lo político, y habría terminado, según Cambadélis, con el escepticismo general. A esta cohorte poblacional corresponden los cafés philo, en señal de un renacido interés por los "porqués". La manera de proceder de estos jóvenes no se guiaría, en todo caso, por un sistema conceptual orientador. Su originalidad consiste en abordar sólo problemas concretos (el racismo, el medio ambiente, el desempleo) y en circunstancias determinadas, como en el caso de las manifestaciones en Seattle, en Washington o en Davos contra la mundialización liberal. En vez de afrontar lo local mediante una acción con aspiraciones trascendentes, se interviene en lo contingente para tratar de transformar el todo. Las tres generaciones precedentes se han manifestado críticamente, en sus tiempos, respecto a la izquierda oficial y mantenían alguna interacción con ella. Ahora, en la nueva generación radical y crítica no se relaciona a la izquierda, sino que vive y elige desarrollarse sin ese contacto.
Finalmente, esta generación reclama normas nuevas: no se conforma con rechazar las leyes del mercado o negar la moral del sistema: exige otras reglas que reordenen las cosas. ¿Algo de todo esto ocurre en España? No lo parece. Por razones, quizá, de un reiterado ensimismamiento y de la patología nacionalista, en España apenas se observa el levísimo aire de unos tiempos políticamente nuevos. Pronto, sin embargo, ya rezagados, correremos sin tino, como ocurrió hace años, detrás de las ideas contemporáneas y del contenido social de sus deseos.
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