Chat y amén
La revolución tecnológica ha puesto cerco a los Evangelios. La fe viaja por la autopista de la información junto a las recetas de cocina y las páginas sexuales más feroces con la protección mundana del misterio de la Trinidad virtual: las tres w. La Iglesia Católica malagueña ha rendido su hoja parroquial a la manzana de la Red en un pecado cada vez menos original. Son ya varios los templos que, sin renunciar a las limosnas, se abren paso por la web; el último, el de San Gabriel, en la capital, con el cura internauta Lorenzo Orellana. Todo se ha gestado en apenas una década. Después de que el obispo de Málaga Ramón Buxarráis azotara a la jet por sus excesos acabó por entender que, sin algunos pequeños placeres, el mensaje divino acabaría derretido. Su plan de construcción de nuevos templos dejaba como elemento ornamental el aleteo de abanicos para acompañar las homilías. Se abría la era del aire acondicionado. El testigo lo recogió el párroco José López Solonzano que, cansado de que su sermón se estrellara contra las columnas, anuló los ángulos muertos de Los Remedios de Estepona con un circuito cerrado de televisión y eliminó las excusas del público para ausentarse antes de la conclusión del sacramento. Además, en estos tiempos de feroz competencia en que el feligrés escasea en misa, Manuel Pineda, en la iglesia de Santiago, ha introducido la informática para doblar las campanas, que no es lo mismo el volteo acústico que permite el ordenador que el repiqueteo voluntarioso del monaguillo.
Con tantos antecedentes en la diócesis, el prelado actual, Antonio Dorado Soto, no se ha arredrado al emplear una agresiva campaña publicitaria para promocionar el jubileo sobre unas sagradas piedras, de la que no pudieron defenderse ni con la calificación de Bien de Interés Cultural. Nada menos que cruzó con un cartelón la fachada de la catedral para anunciar el evento milenario. Pero no toda la curia local navega por este nuevo rumbo tecnológico. José María Ramos ha emprendido una cruzada contra los móviles desde San Manuel de Mijas. Entiende que, para hablar con Dios, estos aparatos sólo pueden causar interferencias. Por eso ha sembrado de tradicionales pasquines su territorio espiritual con la sana intención de desterrar "sobrecargas de ruido en momentos de silencio". Desde luego no será cómplice si con tanto adelanto el episcopado decide alguna vez que san Pedro sustituya sus llaves por un portero automático.
ANTONIO MÉNDEZ
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