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La hora como moneda de cambio

Se intercambia cuidar al niño, pasear al perro, reparaciones caseras, todo lo que interese recibir u ofertar

Ni el dólar ni el euro, simplemente la hora como unidad de cambio. Así funciona el Banco del Tiempo-Denbora Bankua, una novedosa experiencia de intercambio gratuito de servicios entre ciudadanos que se acaba de poner en marcha en Pamplona con la confección inicial de listados de sus futuros usuarios.La idea del Banco del Tiempo es sencilla. Nació en los países nórdicos, se consolidó en Italia y hace dos años se abrió el primer banco español en el barrio barcelonés de Guinardó con unos excelentes resultados, que luego han sido llevados a otras ciudades de España y ahora a Pamplona. Una de sus responsables, Cita Llorens, secretaria del Consejo de Mujeres de Barcelona y técnico del Ayuntamiento de la ciudad condal, explicó en la capital navarra el funcionamiento de una experiencia que busca brindar a sus usuarios más tiempo para su disfrute personal.

"Imagínense una persona que no tiene tiempo para limpiar su casa o desconoce cómo arreglar un enchufe, pero que cocina de maravilla y, por su trabajo en una oficina, conoce la burocracia administrativa del papeleo. Pues bien, a través del Banco del Tiempo esa persona puede inscribirse solicitando horas para que alguien le limpie su hogar o le haga reparaciones caseras, mientras ella oferta a cambio su experiencia burocrática o la posibilidad de cocinar para una persona o familia necesitadas", resumió Llorens.

El Banco del Tiempo se nutre de unos listados de ofertas y demandas que una entidad -en el caso de Pamplona es la Asociación Socio Cultural Inquietudes Mujer Actual (Asima)- confecciona tras entrevistar personalmente a cada ofertante o demandante de servicios. Los listados se actualizan y envían a todos los clientes del banco. La unidad de cambio es la hora de trabajo y todas valen lo mismo para cada cliente y cada servicio.

Los miembros de la red disponen de un talonario del tiempo, que se utiliza al recibir el servicio de otra persona e informan mensualmente a la secretaría del banco de los intercambios que ha realizado.

Las posibilidades de oferta y demanda son abundantes y están en general circunscritas al denominado trabajo reproductivo, es decir, el cuidado integral de las personas en el ámbito doméstico y la gestión y organización del domicilio familiar. Cuidar ancianos, acompañar a disminuidos, hacer las compras, recoger niños, limpiar cristales, dar clases particulares de cualquier tipo de estudio, atención psicológica, pasear al perro, compañía para hacer deportes, reparaciones caseras. Todo lo que a un ciudadano le interesa recibir u ofertar. Se trata, en cierta medida, de humanizar las ciudades, donde apenas nadie se conoce, y así rentabilizar las habilidades de unos y otros.

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La asociación Asima tiene abiertas ya las listas de inscripción. La experiencia se limitará un único barrio de la ciudad, San Juan. Se trata de circunscribir el intercambio a un entorno conocido, que favorezca la confianza mutua necesaria para ello.

La experiencia indica que la mayoría de los usuarios del banco son mujeres y que casi todas ofertan sus servicios, pero tienen más reparos a la hora de pedir trabajos. "Nos educan para dar, pero no tanto para estructurar una demanda, porque nos han inculcado que pedir ayuda es asumir un fracaso, que no debemos quejarnos y debemos salir adelante por nosotras mismas, aunque la consecuencia pueda ser una enorme falta de tiempo para nuestra vida personal", subraya Cita Llorens. Por ese motivo cuando alguien se inscribe para ofrecer un servicio debe necesariamente pedir otros, y a la inversa.

Éste es precisamente uno de los aspectos más reiterados por los organizadores del banco. "Nadie debería liberarse de unas ocupaciones a las que no llega para caer en otras tareas alternativas, sino conseguir tiempo para el ocio personal, para el disfrute y el descanso en cualquiera de sus manifestaciones", indica la técnico catalana. Respecto a la confianza exigible en este tipo de intercambios, Llorens subrayó que en Barcelona no ha habido ningún problema en dos años de funcionamiento entre sus 80 socios. "Estamos muy mediatizados por las malas noticias de los medios de comunicación", indicó la impulsora del programa, "pero hemos demostrado que existe muchísima más gente honrada y buena que de otro tipo y, en definitiva, a este banco controlado sólo se suman quienes de verdad asumen la necesidad de la filosofía del intercambio".

Para reforzar la confianza, el banco organiza frecuentes reuniones personales entre ofertantes y demandantes que sirven para mejorar el conocimiento mutuo.

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