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Reportaje:FUTURO

AERONÁUTICA Aerodinámica Torres de control y plazas de toros se someten al túnel de viento

El viento tiene a menudo efectos imprevisibles, como levantar el tejado de un flamante estadio o marear a los controladores en la torre de un aeropuerto. Por eso y porque la nueva arquitectura impone materiales más ligeros y líneas menos temerosas de las leyes de la aerodinámica, cada vez más proyectos arquitectónicos se ponen a prueba en el túnel de viento de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Aeronáuticos de Madrid. Pero el túnel, construido "artesanalmente" y el más activo en España, funciona también como oráculo en otros problemas. A saber: ¿Cómo debe diseñarse un espantapájaros para cables de alta tensión? o ¿cuánto debe taparse la plaza de Las Ventas para que el viento no arremoline las muletas de los diestros?

José Meseguer y Jose Manuel Perales, del Laboratorio de Aerodinámica de la Escuela de Aeronáuticos, aún se asombran cuando piensan en la historia de un puente suspendido en Washington, una maravilla de la ingeniería que no resistió un viento de 65 kilómetros por hora. El 1 de julio de 1940, apenas cuatro meses después de su inauguración, el puente de Tacoma empezó a vibrar y a retorcerse cada vez más hasta que se rompió en pedazos. El suceso, sin víctimas, fue grabado por un aficionado. Lo que le pasó al puente es lo mismo que hace que un niño impulse un columpio moviendo las piernas al ritmo adecuado, o que un cantante parta una copa si mantiene una determinada nota, o que una torre de control oscile demasiado -como ocurrió en Alicante, donde los controladores se mareaban-."Hoy los puentes se construyen teniendo en cuenta este problema", dice Meseguer. Pero el Tacoma queda ahí para recordar el poder del viento. "Lo que pasa con el viento es que no se ve, no se tiene una percepción intuiva de sus efectos", afirma Perales.

Ambos ingenieros son responsables del túnel de viento A9 de Aeronáuticos -construido por los propios miembros del departamento hace tres años- y de su compañero menor, S4, en marcha desde hace dos décadas. Por ellos han pasado una quincena de campos de fútbol, decenas de puentes, varias torres de control -entre ellas la de Barajas-, plazas de toros, la estación del AVE de Atocha (en Madrid), los espejos de 100 metros cuadrados de superficie del heliostato de la Plataforma Solar de Almería.

Cada caso es una cara distinta del mismo problema: la resistencia al viento. Para abordarlo, el equipo de Meseguer construye detalladas maquetas en madera de los proyectos a estudiar y determina los puntos críticos donde hay que medir. En esos puntos, a veces más de un centenar, instala finos cables con sensores que traducirán la presión a una señal eléctrica. Y todo el conjunto se mete en la cámara del A9 -de metro y medio de alto y ancho aproximadamente-. Cuando el túnel se pone en marcha la maqueta está en pleno huracán: los nueve ventiladores generan un chorro de aire equivalente a un viento de hasta 120 kilómetros por hora, muy superior al que suele darse en España.

Al final, lo que el cliente recibe es un estudio de las cargas de viento (en kilogramos por metro cuadrado de superficie) en cada punto de su proyecto. Según Meseguer, en los últimos años el trabajo para el A9 ha aumentado considerablemente. Sólo hay ahora en España otro túnel de viento, en el Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA). Aún así, el equipo de Aeronáuticos cree que el volumen de negocio no basta como para que una empresa se lance a construir un túnel de viento con fines comerciales en España. Ellos cobran entre uno y tres millones por proyecto (incluyendo la maqueta).

Cada año acaban entre dos y 10 proyectos, lo que les ocupa un 20% de su tiempo -el resto es para investigación y docencia- y da dinero para pagar un becario y un técnico y para comprar equipos nuevos. Los proyectos realizados hasta ahora, unos 50, han proporcionado además material para una tesis doctoral y para docencia en las ingenierías relacionadas con la construcción.

Las razones del aumento de clientes para el túnel, afirman sus responsables, están en las nuevas tendencias arquitectónicas y el uso de materiales más ligeros. Las normas de construcción respecto al viento, los materiales y las formas de los edificios dan directrices generales pero es imposible que recojan toda la casuística. Las obras de Santiago Calatrava, por ejemplo, no pueden estar contempladas" explica Perales, que describe la situación actual como una mezcla de "creatividad artística y soberbia tecnológica". Además, "hoy se intenta racionalizar la construcción. Donde antes se ponía cemento de sobra hoy se quiere poner lo necesario.".

Los investigadores no creen necesario cambiar las normas de construcción, pero sí reclaman más datos sobre el viento en España. La CE elaboró en 1995 un Eurocódigo que recomienda materiales y técnicas de construcción en función de las condiciones meteorológicas en cada región, para el que cada Estado debía aportar datos. En lo referente al viento España no aportó dato alguno. Según Juan Francisco Sánchez, subdirector general de Normativa y Estudios Técnicos del Ministerio de Fomento, se trabaja ahora en un nuevo Eurocódigo para el que España recurrirá a datos del Instituto Nacional de Meteorología, en su opinión suficientes.

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