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Las Arenas

Imagínense que el Ayuntamiento de Valencia decide cambiar los usos del palacio de congresos de Norman Foster para dedicarlo a otros fines no contemplados, que constituyan un negocio lucrativo -pongamos que una casa de citas, eso sí, de gran lujo, o un casino al estilo Las Vegas, o las dos cosas, que sitio hay de sobra-, para así revalorizar el palacio y poder venderlo después por más dinero, a ser posible a algún amiguete. Imagínense algo similar con el Palau de la Música. La teoría es como sigue: dado un bien patrimonial, se revaloriza, con cargo al erario público o con la participación de algún particular ad hoc, y luego se vende. Las arcas municipales engordarían mucho con operaciones así y, además, contentaríamos a algunos amigos. Me dirán que es una barbaridad. Y lo es. Sin embargo, algo parecido es lo que, según la oposición, pretende hacer el Ayuntamiento que preside Rita Barberá con otra emblemática propiedad pública municipal: el balneario de Las Arenas. Arrendado a principios de siglo a varias familias de la burguesía valenciana, el balneario, situado en un lugar privilegiado, ha albergado durante las últimas temporadas estivales dos discotecas al aire libre, regentadas por una empresa ajena a los arrendatarios originales. Las dudas acerca de la legalidad de tal subarriendo y del funcionamiento de esos locales no han impedido que el Ayuntamiento les concediera licencia año tras año. Pero el emblemático enclave es muy apetitoso y hay alguien muy interesado en hacerse con él. La oposición municipal asegura que existe un pacto secreto para vender Las Arenas. Para preparar el terreno, un informe jurídico del Ayuntamiento viene a decir que las discotecas refuerzan el valor patrimonial del antiguo balneario de cara a su venta. Operación que se vislumbra para después del verano. Esa sería una parte del pacto: así las dos discotecas disponen de tres meses más de suculento negocio. ¿Y la otra? Vaya usted a saber, pero ahí va una pista: el lugar sería idóneo para albergar un hotel y/o un minicasino, entre otras instalaciones de lujo, además de alguna discoteca, por supuesto. ¿Hace falta vender Las Arenas para eso? Desde luego que no. Entonces, ¿qué intereses hay detrás de esa operación?

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