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La parentela

A un país en el que los escritores más leídos se llaman Ussía, Gala y Noah Gordon, no podía faltarle la parentela negra de Picasso como hecho cultural trascendente. Con independencia del color que lustre la piel de esta parentela, el lance me parece una nimiedad que ni quita ni pone nada de nada en el arte del Picasso hasta ahora mejor conocido, por más que incluso las ediciones nacionales de los periódicos se hayan ocupado de la gedeonada en cuestión. Díganme: ¿Explican los pomposamente llamados Picasso negros la escasez cromática del Guernica? ¿Hemos de suponer que las camisetas a rayas que solía lucir Don Pablo obedecían a una llamada de la manigua cubana? ¿Tienen algo que ver las botellas del Picasso cubista con los lingotazos de Bacardí? ¿Era don Pablo el son cubano?También toda la obra picassiana está repleta de cabras, y, que yo sepa, nadie relaciona por el momento al Picasso blanco -insisto en que lo del color es un accidente del que yo no soy responsable- con la cagarrutas caprinas que jalonan las veredas utilizadas por los rebaños de La Mesta. Pablo Ruiz Picasso tiene familia en Cuba, muy bien. ¿Y qué? ¿Justificará el que otro Ruiz u otro Picasso viajaran en su día por la cuenca del Amazonas que se flete una expedición, se acometa un reportaje y se exhiba en el festival de Cannes el resultado como prueba evidente del rastro picassiano entre los indios motilones, por citar una de tantas tribus amazónicas? ¿Y de Salvador Rueda, se tienen noticias de si algún pariente del vate modernista recaló por Nueva Zelanda o por Guinea Papúa? ¿Existirá la rama de los Rueda mahoríes? En caso de existir: ¿En qué modifica la obra de Salvador Rueda la existencia de veinte o treinta primos lejanos suyos que habitan en las antípodas? ¿Pero qué tomadura de pelo es toda esta leche?

Personalmente, me trae al fresco la parentela de cualquiera que haya pintado, escrito, compuesto música, cantado ópera, etc., etc. Me importan, si ha lugar, el pintor y su pintura, el escritor y su literatura, el músico y su música, el barítono y su modo de interpretar el Don Carlos; al resto de los incidentes y accidentes relacionados con los artistas que les vayan dando morcilla, dicho sea sin ánimo de ofender a los Picasso negros, ni a los Rueda mahoríes. Personalmente, decía, lo que me jode es que se pretenda que una nimiedad tan insignificante como la parentela cubana de Picasso adquiera el rango de hecho cultural trascendente. ¿Hasta dónde se puede jugar con la gente y con la cultura y con la gente de la cultura? ¿Por qué escuchar a los soplagaitas en vez de a los gaiteros?

Si, como parece, el Ayuntamiento de Málaga ha pagado de sus arcas el viaje y la estancia de los Picasso negros, yo espero que en los próximos presupuestos municipales se incluya una partida destinada a sufragar los gastos de viaje y estancia de la parentela de cada uno de los malagueños que posea consanguíneos en alguna parte del universo-mundo, donde quiera que estén y cualquiera que sea su color. Con el lema de "¿Hay parentela? ¡Gratis para Málaga!", podría iniciarse una faceta cultural ignota hasta ahora en occidente.

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