Adolescentes asesinos y delincuentes
¿Psicópatas, esquizofrénicos, paranoicos? ¿Asesinos fríos, calculadores y reincidentes? ¿Qué ocurre? En Estados Unidos hace unos meses, en un instituto de Secundaria, un chico asesinaba a un nutrido grupo de compañeros. Los motivos pudieron ser racistas o sentimentales, pero lo cierto es que le saltó la tecla y de manera sádicamente aprendida disparó a discreción, rematando a algunos de ellos. Este acontecimiento conmocionó a la opinión pública mundial, ya que mereció la atención y despliegue de medios de la CNN. Se trataba de un adolescente.Hace pocas semanas un chaval de 16 años, nacido en una familia aparentemente normal y sin mayores indicios de traumas infantiles que cualquier ser humano, asesinaba a sus padres y a su hermana. Este hecho acaeció en Murcia -no en San Diego (California)- es decir, muy cerca de nosotros. En esta ocasión el muchacho utilizó una katana, una especie de espada grande bien afilada, para consumar su matanza. Barcelona también vivió su pasión con el violento asesinato a golpes de un joven, por una pandilla, en las inmediaciones del puerto deportivo. Valencia, en la misma semana, asistió a la misteriosa y ambigua quema de más de dieciocho vehículos. Recientemente en Sevilla, durante la Semana Santa, tuvieron lugar unos hechos violentos, envueltos en el misterio de la madrugá. Finalmente, en estos días, el asesinato de una chica de 16 años en Cádiz. Ni más ni menos que veinticinco puñaladas le asestaron las presuntas asesinas. Tremendo. Era el tercer intento. El móvil, al parecer, totalmente absurdo. Necesidad de reconocimiento social: querían ser famosas. Se sentían bien, y en absoluto, dan la impresión de arrepentimiento moral. Admiradoras del chico de la katana de Murcia. A estos sucesos, que no tienen ningún nexo histórico o geográfico, les une solamente la lógica de una absurda e incomprensible violencia, propia de mentes que en algún momento despegan de la realidad para situarse en una absurda galaxia.
Evidentemente acciones de esta naturaleza, contienen unos elementos personales que no pueden extrapolarse ni generalizarse. A los psicólogos y psiquiatras les corresponderá determinar, en cada caso, el nivel de lucidez o enfermedad mental de los actores principales, así como las causas próximas y remotas de estos luctuosos sucesos. No obstante, la sociedad tiene algo que ver con estas últimas.
La lógica -pero excesiva- importancia que los medios de comunicación dan a veces a una noticia, conlleva el peligro de acentuar su singularidad, ocultando sin querer los contextos y las conexiones. Por eso lo inquietante es que el hecho se convierta en una macabra anécdota, sin que nos mueva a reflexión a los ciudadanos e instituciones sobre qué esta pasando y por qué ocurren estas cosas. Y, sobre todo qué podemos hacer para evitarlo.
Una vez más debemos reflexionar sobre la violencia que poco a poco se inyecta en los jóvenes, justamente, en etapas claves del proceso de maduración y formación de su personalidad. Es evidente que la televisión, el cine y los videojuegos e Internet pueden ejercer una pedagogía y un adiestramiento negativos en este sector. Es la otra cara de la moneda de las nuevas tecnologíasy de los medios de comunicación social. El número de asesinatos virtuales, al final, incita a los más débiles a traspasar la frontera de lo virtual. La peligrosa frontera entre lo real y lo virtual conduce a la esquizofrenia. Esta confusión siempre resulta nefasta como nos demuestran los hechos. Y mucho más en etapas claves de la formación de la personalidad. Por eso los ciudadanos hemos de cuestionarnos si esa violencia es casual o es el fruto de un ambiente que entre todos estamos creando y fomentando. Las imágenes de violencia que visualizan nuestros niños y adolescentes, casi siempre con nuestra complicidad, no les dejan indiferentes, y van calando en su personalidad. Los altos índices de violencia en las aulas son un claro reflejo de esta innegable situación, a la que hay que buscar una solución. De ahí que resulten inquietantes los elevados indicativos de violencia escolar, juvenil y doméstica que se manifiestan por doquier. La familia, por acción o por omisión, el aula, la televisión, todo educa o des-educa. La opción es clara. ¿Qué tipo de hombre queremos formar? ¿Cuáles son los valores que estamos transmitiendo? ¿Se enteran los padres y los educadores de lo que pasa por las mentes de sus hijos? A veces, estudiar las paredes de sus habitaciones o los videojuegos puede ofrecer pistar interesantes, inquietantes y preocupantes.
José Luis Ferrando Lada es profesor de Filosofía y Teología.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.