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La fiesta reunificada de la pelota

Mikel Ormazabal

El pacto de no agresión empresarial devuelve el mejor espectáculo posible a la pelota a mano. Cerrado el paréntesis de la pasada edición (Beloki venció a Arretxe en un campeonato escindido y reservado para pelotaris en nómina de Asegarce), hoy se reedita una final esperada y lógica, aunque incierta. Rubén Beloki y Patxi Eugi, dos navarros, los favoritos, dirimen en el frontón Atano III de San Sebastián (ETB-1, 12.00) la supremacía del manomanismo, hegemonismo que está representado por una codiciada txapela que en los últimos años ha lucido en el domicilio del zaguero de Burlada.La cita más importante del año para la pelota vasca reúne en la cancha a dos reputados pelotaris, consagrados pese a su juventud y sobradas dotes para abrillantar la historia de este deporte. Beloki (Burlada, 1974) y Eugi (Aoiz, 1971) oponen hoy fortaleza, técnica, estrategia, habilidad y raza, casi a partes iguales, lo que hace barruntar una final manomanista igualada y plena de emociones.

Un Beloki-Eugi es, hoy por hoy, el partido más atractivo que puede presenciar el aficionado y el más rentable para la taquilla. Este duelo, si no lo remedian las pujantes generaciones, está en vías de convertirse en un duelo clásico de la pelota, semejante al que protagonizaban hace una década Retegi-Galarza.

Beloki, el campeón reinante, atesora todos los atributos de un campeón con mayúsculas. De ahí que lo sea, sin discusión para la cátedra, desde que logró la primera txapela antes de cumplir 20 años. Es reacio a admitir que la pelota viva la era Beloki, aunque la historia reciente es incuestionable para contradecirle. Ha cimentado su autoridad en un juego sin concesiones a su persona y al adversario. La clave está en la disciplina con que ejecuta cada uno de sus golpeos a la pelota. Beloki los interioriza de tal forma que en cada latigazo le va el alma, y así se comprende que la pelota viaje tan lejos y tan rápido.

Beloki, tres veces triunfador en esta competición, insistirá hoy en ello. Armará los brazos hasta romper el cuero de la pelota, con el fin de tener a Eugi siempre a sus espaldas, pegado al rebote si es posible. Redondea sus virtudes con un saque impropio de un zaguero: saca fuerte, rápido y ajustado. Sólo puede fallar si le flaquea el ánimo y la concentración.

Enfrente, Eugi, campeón en 1996, posee otras tantas cualidades. Quizás empeore en el resto, que no es poco. Sin embargo, es grácil en la cancha, eléctrico cuando azota la pelota e inasequible al desaliento. Urdió una pequeña trampa en la selección del material, al reservar para este partido dos pelotas ligeritas con poco bote, que premian a quien sepa jugar también con los riñones.

Las apuestas (momios) salen por pura inercia a favor de Beloki, pero la realidad dicta otra cosa distinta. Las fuerzas están muy parejas; Beloki y Eugi tienen ganas de verse las caras de nuevo tras la reunificación del torneo manomanista. Es la fiesta que todo el mundo esperaba.

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Sobre la firma

Mikel Ormazabal
Corresponsal de EL PAÍS en el País Vasco, tarea que viene desempeñando durante los últimos 25 años. Se ocupa de la información sobre la actualidad política, económica y cultural vasca. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Navarra en 1988. Comenzó su carrera profesional en Radiocadena Española y el diario Deia. Vive en San Sebastián.

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