Tipos de usuarios GUILLEM MARTÍNEZ
Calle de Lleida. Control policial en la bocacalle, donde se apretujan ciertos usuarios del desfile. Usuarios: a) papás, mamás y niños; b) novios/as; c) señores a quienes les enrollan las máquinas; d) señores que se lo pasaron bien en la mili y con la camiseta de cuando la mili; e) señores con la camiseta de la selección española; f) del Espanyol; g) del Madrid. En todo caso, h) todos están congestionados. Superado Check Point Lleida, la ciudadanía avanza, se pisa, o las dos cosas a la vez. Hay pocas banderas. Todas rojigualdas y en tres formatos. Banderita de papel adherida a palito, tipo visita de Ike-Ike-Ike, banderita con escudo constitucional y banderita sin escudo, la favorita de los chicos que gastan estética Asociación Nacional del Rifle. Ninguna bandera con gallina. Los chicos de la Asociación Nacional del Rifle hacen ejercicios de calentamiento a la altura de una fachada en la que un vecino extrovertido ha instalado una bandera independentista king-size. Gritan: "Sa-be-mos-dón-de-vi-ves" y "Girona engaña, Cataluña es España" (?). Vivas a gogó al Ejército, a España y a la Guardia Civil. Los soldados que están frente a ellos ponen la cara que uno pone cuando ve llover. Algún señor con niño a caballito compensa esos vivas con un "Viva yo". O con un "Musho Beti". Se inicia el desfile. Por megafonía se entona una captatio atentione con fórmulas como "el ejército es la salvaguarda de". Se pide silencio para el himno. Por megafonía no suena el himno. Pitos de la afición. Empieza el desfile. En Montjuïc y cuesta arriba, en plan Cursa Jean Bouin. Van pasando soldados y vehículos. Gritos de "Va-li-en-tes", "Vivaspaña", etcétera. Algunas personas aplauden mucho, otras poco y otras nada. A mi lado, un señor aplaude non-stop y otro silba animoso non-stop. El que aplaude -lleva camiseta del Espanyol- le dice al que silba -lleva polo con banderita- que le está dejando sordo. "Usted aplaude y yo silbo. Esto es democracia". Fin del debate. Por encima de un nutrido muro humano veo pasar algunos vehículos y los esquíes que lleva un grupo de soldados. Son Rossignol. El desfile finaliza en un plis-plas. Los papás y las mamás se van pitando. Sólo quedan los chicos de la Asociación Nacional del Rifle. Despiden al Rey y a diversos coches con bandera española y estrellitas con aplausos y gritos. Y a Pujol con pitos y gritos de "joputa-joputa" y el clásico llenapistas "Pujol, enano, habla castellano". Un poli que tengo delante le dice a una señora: "Pues más tendrían que pitarle". A modo de oración y cierre, los chicos de la Asociación Nacional, etcétera, entonan un "Trillo, cabrón, ¿dónde está la Legión?" y un "esta es la juventud de España", grito que también he escuchado en la plaza de San Pedro, en el Vaticano. De lo que se deduce que nuestra juventud es muy viajada.Después de que todo haya acabado, se producen momentos de tensión en plaza de Espanya. Un grupo de jóvenes con pelo largo, pelo corto, botas militares o no militares y alguna camiseta del Barça lanza gritos a Terra Lliure. La poli los agrupa. Acaban sentados en las escaleras de la plaza, frente a la poli, que les impide desplazarse. Se produce un intercambio de impresiones entre estos ciudadanos y otros que están detrás de la poli. Es así que un ciudadano experto en estadísticas les espeta un, glups: "Matamos a seis millones y ahora mataremos a seis millones de melenudos".
Cuando la cosa se tranquiliza, la poli aporrea a los chicos de la escalera, que se van arreando. Literalmente. Aplausos generalizados y gritos de "vivaspaña" y "viva la policía". Unos metros más atrás se empieza a ver la columna de humo surgida de unos contenedores quemados. Otra violencia. Otros gritos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.