El negocio del caos
"Olvídate de la actualidad inmediata, los periodistas sois unos ingenuos y unos antiguos: lo que pasa ahora mismo se gestó hace meses, semanas, días, horas, en algún despacho de expertos de mi gremio, la comunicación publicitaria, propagandística, llámalo como quieras, da lo mismo. ¡No me digas que no lo sabías! ¡No me digas que lo que tú llamas posfelipismo, posnuñismo, pospujolismo, aparece por casualidad! Desde que se publicó el primer anuncio de una web ese mundo prehistórico estaba sentenciado". Conxa me echó una bronca considerable cuando, esta semana, le confesé que no sabía de qué íbamos a hablar. "¡Lógico! Los que tenéis más de 40 estáis despistadísimos, no entendéis nada: ¡vuestra época ha pasado a la historia! Eso es lo que os pasa: no sabéis convivir con el caos ni sabréis nunca sacarle partido. ¡Si el caos es el negocio del milenio!". Era la primera vez que ella, la treintañera de identidad camaleónica, la ejecutiva / creativa publicitaria que consiguió dejar de servir cafés a los ejecutivos para hacer de ideóloga, la enamoradiza soltera que amaba y odiaba, ambas cosas a la vez, a los hombres, la chica romántica y rebelde que se independizó gracias a un patrocinio tecnológico japonés, la españolita / global medio catalana / medio madrileña, medio de ninguna parte... era la primera vez que ella, sin ningún escrúpulo, me abroncaba así. "¡Tenía ganas! ¡Joder! ¡Si no os enteráis!". ¿De qué no nos enteramos?, me revolví. "Eres como mis padres: a todo le buscáis una lógica. ¿Por qué todo tiene que tener lógica? ¡Las cosas pasan porque sí! Porque alguien las lanza y ellas solas recorren su camino. ¡Observa el Gran Hermano! ¿Acaso hablan de política esos colegas? Seguro que te parece mal... pues a mí me parece normal, ¡los políticos ni siquiera dan un buen espectáculo, cosa que, por otra parte, podríamos reclamarles con todas las de la ley! Mira la polémica del desfile en Barcelona: la gran victoria de los pacifistas ha sido conseguir que tus políticos hicieran el ridículo más espantoso ellos solitos... precisamente porque estos políticos no hacen otra cosa que pensar en cómo promocionarse permanentemente. ¿Cómo tomarse en serio a un ministro que dice que el Ejército es una ONG? ¡Eso lo puedo decir yo, que no tengo ninguna responsabilidad sobre el Ejército, para provocar! Si al ministro de Defensa no le gusta el Ejército, que lo suprima. ¡Yo también he dejado de creer en las cremas anticelulíticas, he prescindido de ellas y no pasa nada¡". Estaba enfurruñada, su pelo color azul brillaba como un arma galáctica. "Veo que todo este tiempo de seguir a los treintañeros no te ha servido de nada", añadió. "No has entendido siquiera que no hablo de tu Pujol, porque el nacionalismo, para mí, sólo es una cuestión de marcas... Es como si me preguntaras ¿Cataluña o Pepsi? ¿Sabes cuál es la respuesta inteligente? ¡Depende! Depende del humor, de las ganas, de dónde y con quién estés... ¡No me digas que vas a beber toda la vida lo mismo!". Intuí que su mal humor tenía otras causas y cambié de tercio preguntándole por Nasdaq, su último ligue, un ser misterioso. "¿Él? Pasó por aquí hace dos días, recogió su ropa de mi casa, me convenció de que lo nuestro era imposible. ¡Y lo es! ¡Nunca seré su tercera viuda! Barba Azul era un aficionado a su lado, pero conmigo se portó bien: me dejó instalada la web; es suficiente como balance. Ahora tengo el problema del pelo, ¿por qué me lo dejé teñir de azul?". El amor, Conxa, le dije. "El amor es virtual, pero no lo son el viaje y la muerte", respondió, tremebunda, esgrimiendo un libro extraño, La realidad poética. Un año alrededor del mundo, de Valentí Gómez i Oliver. "¿No querías saber lo que es el caos? ¿Y tú eres periodista? Lee este libro: te reconocerás". Y se fue a la peluquería. (Continuará) Resumen de lo publicado: Conxa P. Puig, también llamada Inma Páez, presta su experiencia y vivencias a una ardua investigación sobre la generación sin nombre que son los treintañeros de la España aznárica. Situada entre el amor al trabajo y el amor a los hombres, entre la infancia y la madurez, entre el caos relativo y el caos total, su vida es un calidoscopio en continuo movimiento.
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