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Reportaje:

LO QUE HAY QUE VER

Si algo tiene el Museo Vasco de Bilbao es la capacidad de evocación que ofrece su continente. El hecho de que fuera el primer edificio construido por los jesuitas en la capital vizcaína establece ya una connotación histórica de la que carecen muchos de los otros museos vascos. Este antiguo colegio pasó por la primera expulsión de España de la Compañía de Jesús, la que ordenó Carlos III en 1767, luego fue Santa Casa de la Misericordia hasta que al final el Ayuntamiento de Bilbao cedió estas instalaciones para el museo, que tiene tres apartados claramente definidos. Afortunadamente, la recogida de materiales para el apartado etnográfico comenzó en un tiempo en el que todavía se mantenían muchas de las prácticas de vida tradicionales. De ahí que las vestimentas, los utensilios de cocina, los materiales que se empleaban para la realización del oficio o para la práctica de los juegos sean de una calidad que asombra al visitante. Sin ir más lejos, las chaquetas y ropas de los pastores o las herramientas con las que elaboraban sus quesos.

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En cuanto a la sección histórica, no hay que olvidar que las exposiciones temporales del Museo Vasco de Bilbao profundizan en los detalles de este territorio, como la que se presenta en estos días sobre Bilbao, donde se recogen estampas de la ciudad de los últimos cinco siglos que muestran la evolución de la villa.

Y notable es también la división dedicada a la arqueología, con importantísimas aportaciones de todos los yacimientos del País Vasco, en especial de los vizcaínos de Venta Laperra o Santimamiñe. Los objetos hallados en estos lugares han servido para presentar la introducción a la vida de los marinos y de los pastores, sin duda las joyas del museo.

Aunque el boom del Guggenheim no ha alcanzado a este centro como al Bellas Artes del parque de Doña Casilda, el Museo Vasco de Bilbao tiene una visita necesaria para complementar el recorrido por la historia de este territorio antes de la Revolución Industrial.

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