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Por culpa de Juanita Reina

Sincero sí que lo es: "Los coleccionistas nos llevamos mal. Algunos, si se enteran de que Lucio Romero va por un cartel, hacen lo imposible por quitármelo; y nadie puede negar que soy el primero en España". Lucio Romero es de profesión actor. De origen malagueño. De naturaleza apasionada. De edad inconfesable. No tendrá el currículo de Fernán-Gómez, pero lo avalan muchos títulos como solvente secundario en cine, televisión y teatro. En la película Nadie conoce a nadie se moría "estupendamente". Ahora actúa en la película de Miguel Hermoso Fugitivas y en los debúts de los realizadores Kepa Sojo y David Gordon. Pero con los carteles asegura que nadie le echa la pata: "Tengo más de 4.000, me gasto en ellos lo que gano, y si me emperro en uno me entra el mono". Ay, si la madre de Lucio hablara... "Contaría la peste que olía mi cuarto porque guardaba carteles de cine arrancados de la pared y, claro, el olor a engrudo era que no se podía soportar", cuenta delante de su última exposición, la que ocupa las salas del Archivo Municipal de Málaga: Cine español de los años 40, que prologa el Festival de Cine Español de Málaga.

Allí se despliega en 60 carteles la estética publicitaria de un cine que hizo del orgullo patrio, la historia del Imperio, y el caracolillo cañí y musical su santo y seña. Imperio Argentina, Estrellita Castro, Jorge Mistral, María Félix, Alfredo Mayo, Miguel Ligero, Ana Mariscal o Aurora Bautista aparecen casta y solventemente dibujadas por ilustradores como Ramón, Peris Aragó, Raga o incluso un Josep Renau que no podía firmar por su condición republicana.

A mí la legión, La Lola se va a los puertos, Malvaloca, Raza o La mies es mucha son películas que conformaron a la generación del arriba España, el miedo, el hambre y el calentón culpable. Filmes interpretados con un generalizado tono declamatorio. Romero lo recuerda: "Cuando Aurora Bautista hizo Locura de Amor le dieron todos los premios del mundo; hoy vamos a verla a la Filmoteca para mondarnos de risa con tanta sobreactuación".

Cualquiera que conozca a un coleccionista sabrá que se trata de seres de apasionada conversación monotemática sobre los dientes de un sello, el cuño de una moneda o las motas únicas del ala de una mariposa. Lucio es un coleccionista de libro. Pero es que su manía tiene cómplices de todas las generaciones. Por eso se prodiga tanto: el público ya no va a misa, pero sigue viendo películas.

Se planta el actor delante de un cartel de Juanita Reina. Y confiesa: "Juanita Reina tiene la culpa de todo". Resulta que el padre del niño Lucio tenía una carnicería. Y resulta que en ella tenía colgado el cartel de un espectáculo de Juanita Reina. Romero marchó a buscar fortuna a Madrid y cuando regresó a Málaga vio que el cartel que había iluminado su infancia ya no estaba. Quiso recuperarlo: "Es que ella me encantaba, era la actriz más natural de todas las folclóricas".

Así que cada vez que el Lucio Romero mitómano y actor iba de gira con su compañía daba la tabarra a los tramoyistas con un "no tendréis" el cartel dichoso. "Nunca lo encontré; pero me daban uno de Gilda o de Lo que el viento se llevó... y como eran tan bonitos, los fui guardando y así nació mi colección", dice a forma de colorín colorado.

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A los hombres les gusta recuperar su infancia. Sucede que a veces se les cruza en el camino una tonadillera de Triana.

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