El Kremlin amenaza con atacar Afganistán por su apoyo a Chechenia
La guerra de Chechenia puede hacer que los rusos vuelvan a Afganistán, de donde el Ejército Rojo se retiró en 1989 con el rabo entre las piernas. Ayer, Serguéi Yastrzhembski, el portavoz del presidente ruso para el conflicto del Cáucaso, consideró posible lanzar ataques preventivos a "campos de entrenamiento de terroristas" en suelo afgano si se produce "una amenaza real a los intereses nacionales de Rusia".
Poco antes había denunciado que el presidente checheno, Aslán Masjádov, ha alcanzado un acuerdo con los talibán y el supuesto terrorista Osama bin Laden que permitirá a los rebeldes recibir hombres, armas y municiones.Desde que los milicianos del señor de la guerra checheno Shamil Basáyev invadieron Daguestán, el pasado agosto, y aun con más énfasis tras la intervención masiva rusa en Chechenia, Moscú ha señalado a Bin Laden y sus protectores afganos como principales financiadores y asistentes de la guerrilla. De rebote, el liderazgo ruso intentaba ganarse la simpatía occidental, enajenada por los excesos de sus tropas y los ataques a objetivos civiles. El millonario saudí está considerado, sobre todo en EEUU, como el gran padrino del terrorismo islámico internacional y responsable de los mortíferos atentados contra embajadas norteamericanas. La apertura en Kabul de una embajada chechena llevó la indignación rusa casi hasta el paroxismo. Yastrzhembski no reveló ayer las fuentes de su información, pero sí dio bastantes detalles. Según él, representantes de Masjádov firmaron la semana pasada, en la localidad afgana de Mazar-I-Sharif, un protocolo de cooperación con Bin Laden y el Gobierno talibán.
El propio millonario saudí asistió supuestamente al encuentro junto a otro terrorista, Naman Ghani, y un representante del régimen de Kabul. El portavoz del presidente ruso dijo también que, a comienzos de mayo, Masjádov consiguió el acuerdo de sus aliados para enviar a Chechenia de 70 a 100 mercenarios entrenados en campos de Mazar-I-Sharif y Kunduz y que, supuestamente, intentarán penetrar en la república caucásica desde Azerbaiyán.
El portavoz del Kremlin añadió que existe otro campo de entrenamiento de mercenarios, en su mayoría chechenos, tayikos y uzbekos. En estos datos se basa la disposición rusa a lanzar ataques preventivos "si la situación evoluciona hacia un escenario negativo", lo que además supondría una tardía y probablemente inútil revancha de la derrota en Afganistán en tiempos de la Unión Soviética.
Ayer era día de denuncias, y Yastrzhembski efectuó otra, en este caso contra el Consejo de Europa, cuya asamblea parlamentaria, señaló, está envuelta en "conversaciones secretas" con Masjádov para elaborar una estrategia común que obligue a Rusia a detener la "operación antiterrorista". En su opinión, eso supone un apoyo apenas camuflado al líder de unos bandidos que, entre otras cosas, son responsables del secuestro y muerte de numerosos rehenes, varios de ellos occidentales.
Fue también un día de rumores, como que Shamil Basáyev, al que se le amputó un pie tras pisar una mina al huir del cerco de Grozni, había muerto a consecuencia de la gangrena. O como que la aviación rusa había destruido una columna procedente de Georgia con 300 combatientes rebeldes, 80 de ellos talibán. Ninguno de ellos se confirmó, aunque Yastrzhembski aseguró que otra columna, ésta de unos 12 camiones, había sido liquidada en la garganta de Argún.
Lo que está claro es que la guerra no ha concluido y que las tropas federales no tienen el control de amplias zonas de las montañas del sur de Chechenia. El portavoz ruso lo admitió ayer, y dijo que el enemigo tiene aún entre 2.000 y 3.000 combatientes en activo. Suficientes para mantener indefinidamente una guerra de guerrillas.
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