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Los matices de la combinatoria

Es sabido que el pintor estadounidense Jean-Michel Basquiat, muerto de sobredosis de heroína en Nueva York en 1987 a los 27 años, representó en la década de los 80 la culminación del éxito rápido. Empezó como dibujante de comics. Luego se dio a conocer formando grupo con otro artista callejero al escribir graffitis bajo la rúbrica de SAMO, abreviatura de Same Old Shit (La misma mierda de siempre). A partir de ese momento los marchantes se lo disputaron para encumbrarlo rápidamente. Uno de sus mentores fue Andy Warhol, con quien realizó varias pinturas al alimón. Algunas de esas obras se pudieron ver en el Guggenheim de Bilbao hace unos meses, constatando cómo su paupérrima calidad ponía en evidencia a ambos artistas.Traemos a la página este breve exordio para anunciar la exposición de un joven vizcaíno de 26 años, Xavier Urberuaga, que muestra sus trabajos en la galería La Brocha de Bilbao. Para este artista, Basquiat fue el punto de arranque de donde partiría, el modelo e impulso que lo inspiraba. En ésta su primera muestra individual sigue patente el modelo Basquiat, pero no sólo es Basquiat. Por encima de todo hay un deseo de pintar divirtiéndose. Se palpa que le gusta la sugerencia de la mancha, la viñeta historiada, las sutiles aguadas, la profusión de collages, el trabajar los múltiples matices que pueden convivir en un mismo tono de color y, muy especialmente, el arte de la combinatoria.

Compulsivamente trata de relacionar ismos, disciplinas, géneros, distanciados entre sí, para crear algo que pueda llamarse suyo. Con ello crece su entusiasmo hacia el arte de la combinatoria. Busca sorprenderse mientras manipula una obra, por pequeña que sea, como si fuera aire puro que respirara por primera vez. Se puede decir de otro modo: procura pintar lo que no sabe.

A partir de ese momento, este artista puede llegar a sentir íntimamente que al aplicar el arte de la combinatoria está subvirtiendo los valores preestablecidos. De ahí se pasa al deseo imaginario de iniciarse en la inscripción de una corriente nueva. Es verdad que eso no le es posible alcanzar a cualquier mortal, y que, por lo tanto, todo intento acabará por reducirse a una hipotética aspiración sin un logro real. Sin embargo, el mundo de la creación es propicio para inventarse ficciones prodigiosas, por donde corren ríos que nunca existieron y nacen pájaros nuevos del simple chirriar de las poleas.

A tenor por esta primera muestra de Xavier Urberuaga, se le puede augurar un futuro prometedor. Como dato adicional, cabe significar que después de cada visita -en mi caso fueron media docena de veces- aparecía la duda sobre si habías dejado algo por descubrir. Efectivamente, volvías y comprobabas que surgía un detalle deslumbrante, un fragmento delicioso, un pasaje sumamente bello y divertido, no percibidos hasta esa nueva visita.

La conclusión final lleva a contraponer el primigenio deslumbramiento de Urberuaga por Basquiat, con lo que otro artista, también estadounidense, Robert Rauschenberg , le puede descubrir, aportándole valores más acordes con la idiosincrasia inherente al propio Urberuaga. Unas palabras de Rauschenberg se podían modificar levemente para que parezcan estar dirigidas al mismísimo artista vasco. Éstas son: "La pintura está en relación con el arte y la vida: ni aquél ni ésta puede ser fabricados; hay que intentar actuar en la brecha que los separa... se trata de introducir la totalidad en el momento... buscar simplemente obtener la mayor presencia posible del mundo, con los objetos más diversos, e intentar hacerlos funcionar con la mayor vida posible". Lo demás lo tiene que encontrar por sí mismo. El arranque no puede ser mejor.

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