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EL FUTURO DE LA MONEDA ÚNICA. Euro, ¿oportunidad fallida?.

El autor reclama la adopciónde reformas estructurales que ayuden

al euro a remontar el vuelo.El euro ha vuelto a registrar un mínimo histórico en su cotización respecto al dólar estadounidense. Desde su aparición, en enero de 1999, ha perdido más de un 20% de su valor, lo que ha provocado un aumento de cierto escepticismo social hacia el proyecto de integración europea.

Los motivos que justifican la evolución del valor de una divisa son variados y complejos, y en muy pocas ocasiones responden a un número reducido de factores fácilmente identificables.

Se ha argumentado que este comportamiento se debía a la notable diferencia entre los tipos de interés nominales y el ritmo de crecimiento del producto interior bruto (PIB) entre Estados Unidos y la Unión Europea. También algunas opiniones aducen que la debilidad del euro es consecuencia de cuestiones institucionales asociadas al cumplimiento del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, la credibilidad de los gestores del Banco Central Europeo o la falta de una voz única del euro en los organismos y mercados internacionales.

Es posible que todas estas consideraciones estén afectando a la cotización del euro en los mercados de divisas con mayor o menor intensidad, pero el factor determinante es la gran capacidad de la economía estadounidense para atraer capitales. Capacidad sensiblemente superior a la que, por el momento, presenta la europea.

La flexibilidad y eficiencia que tienen los mercados norteamericanos, tras muchos años de reformas estructurales y fiscales, añadida a los efectos benéficos que sobre la productividad y el crecimiento está teniendo su decidida apuesta por el uso de las nuevas tecnologías, está permitiendo alcanzar a los capitales invertidos en este área altas tasas de rentabilidad.

No obstante, es preciso valorar esta situación en su justo término. Para ello hay que recordar que el porcentaje de operaciones comerciales que realizan los países miembros de la Unión Monetaria con el exterior es bastante reducido (del orden del 20% del PIB para el total de Europa y de menos del 15% para España). Por ello, el impacto real del comportamiento que tiene la evolución del euro, sin dejar de ser importante, es relativamente limitado (sin duda, muy inferior a la relevancia que tenía la cotización de sus divisas para los países que ahora forman parte de la Unión Económica y Monetaria Europea).

El euro no ha nacido para competir con el dólar; el euro nació para aportar estabilidad y eficiencia a los mercados europeos. Esta función, que se cumple de una manera muy satisfactoria, es la realmente importante y trascendente. Prueba de ello es la excelente acogida que ha tenido el euro en el mercado de bonos, que está permitiendo a las empresas europeas diversificar en mayor medida sus fuentes de financiación y disponer de recursos ajenos a más largo plazo.

Otras muestras son el gran proceso de fusiones y adquisiciones que se registra en Europa en busca de alcanzar un tamaño más eficiente para competir en mercados cada día más exigentes y globalizados, o los cambios en los sistemas y técnicas de gestión empresarial asociados a la mayor transparencia en los precios que supone trabajar con una moneda única en un área económica con más de 300 millones de habitantes.

Una buena muestra de la trascendencia del euro en el mundo empresarial es lo que está ocurriendo con las decisiones de localización de grandes corporaciones. En estos días asistimos a la problemática de la compañía Ford respecto a su ubicación en el Reino Unido, dada la fortaleza que presenta la libra, pero sobre todo por los costes que supone trabajar para todo el mercado europeo desde un lugar en que se utiliza otra moneda.

Sin duda es preciso corregir los aspectos que algunos señalan como causantes de la debilidad del euro, pero lo realmente trascendente para nuestros intereses es aprovechar las oportunidades que ofrece el euro para mejorar la eficiencia de la economía europea. Para ello es preciso acometer las reformas estructurales necesarias para introducir mayor flexibilidad y competencia en los mercados, eliminando las regulaciones que los fragmentan en cuestiones tan trascendentales como la energía o las telecomunicaciones, e incorporar a Europa las nuevas tecnologías de la información.

Euro y sociedad de la información tienen en común bastantes cosas, y la más importante es que ambos son trascendentales para atender al consumidor de nuestro tiempo, el "consumidor global".

La evolución de la cotización del euro respecto al dólar, tarde o temprano, tendrá que cambiar, y lo realmente importante es seguir avanzando en los cambios estructurales asociados al euro que se están produciendo, y conseguir así una economía cada día más competitiva y eficiente, que permita consolidar los valores humanos y sociales del modelo europeo.

José Manuel Fernández Norniella es presidente del Consejo Superior de Cámaras de Comercio.

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