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Ni frío ni caliente

Joaquín Estefanía

La Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) ha subido, por sexta vez en un año, los tipos de interés. La novedad no estaba, pues, en el incremento del tipo de los fondos federales (el precio en el que se cruzan el dinero los bancos), sino en su cuantía: medio punto, el doble que en las anteriores ocasiones, hasta ponerse en el 6,5%. El objetivo de la medida tomada por la Fed es enfriar la economía de EE UU, cuyo crecimiento ha hecho renacer los temores inflacionistas. O más exactamente, alejar a esa economía de la inflación sin caer en la tendencia opuesta, la recesión. Ni frío ni calor.La subida del precio del dinero no acaba con las incógnitas sobre la evolución de la coyuntura americana y sus implicaciones en la economía mundial, y hasta en la política. Sobre la primera de ellas se admite todo tipo de apuestas: ¿habrá subidas añadidas de los tipos el próximo mes, en la siguiente reunión de la Fed, y en qué cuantía? Su respuesta depende sobre todo de los próximos indicadores macroeconómicos, entre ellos, la primera aproximación al crecimiento del PIB del segundo trimestre del año, cuya publicación se hará los días inmediatamente anteriores a la reunión de la Fed.

El segundo interrogante tiene que ver con las repercusiones que una reducción del PIB americano tendría sobre la economía mundial, y en concreto, sobre la europea, que lleva todavía muy pocos meses de crecimiento ininterrumpido. Otra discusión es cómo presiona el aumento del precio del dinero en EE UU sobre el tipo de interés de los países emergentes, y sobre todo, sobre el encarecimiento de la financiación en los mismos. La última vez en que Greenspan apoyó un enfriamiento de la economía estadounidense, en 1994 y 1995, tuvo lugar el tequilazo en México, con la devaluación del peso. Las medidas tomadas sobre el precio del dinero también coinciden ahora con un cambio en la presidencia mexicana, lo que pone los pelos de punta a más de uno. Pese a ello, los analistas coinciden que los peores efectos de esta política monetaria más estricta los sufrirán aquellos países cuyas monedas están más relacionadas con el dólar (currency board), como Argentina. Si en vez de un enfriamiento se produjese un aterrizaje brusco de la economía de EE UU, ello podría abortar una vez más la incipiente recuperación de América Latina.

Otra incógnita, esta vez política, es la relación que se establezca entre un enfriamiento de la economía americana con nuevas subidas del precio del dinero sobre las elecciones presidenciales y al Congreso, que tendrán lugar el mes de noviembre. Hasta ahora los demócratas aparecen como favoritos y cuentan como principal aval la marcha de la economía en los dos mandatos de Clinton: 110 meses de crecimiento continuado. ¿No cambiarían las expectativas políticas si las económicas se interrumpen? Es tradición de la Fed aislar sus decisiones técnicas de la batalla electoral. ¿Será posible el aislamiento en esta ocasión? Burla burlando, el papel de Greenspan se hace todavía más decisivo que en el pasado, a punto de tomar posesión de la presidencia de la Fed por cuarta vez consecutiva. Desde que asumió su puesto en 1987 hasta hoy ha tenido que lidiar con ese encaje de bolillos de enfriar sin congelar en tres ocasiones: años 1988 a 1990 (el periodo inmediatamente anterior a la más larga etapa de crecimiento de la economía. En 1990, los tipos de interés estaban en el 7%); años 1994 y 1995, y en la actualidad.

De modo que este personaje poliédrico, al que muchas encuestas le conceden el papel de hombre más importante del mundo (con más poder, incluso, que aquel que le nombra, el presidente de EE UU), al que se le atribuye un protagonismo superior en la marcha de la nueva economía (alto crecimiento económico, inflación domeñada, pleno empleo y aumento espectacular de la productividad) y al que la mayoría de los sondeos le conceden una altísima tasa de popularidad (a los europeos nos resulta increíble que el gobernador de un banco central sea popular), se juega de nuevo su paso a la historia -y los ataques de los economistas más ortodoxos- al intentar reducir la inflación sin acabar con el crecimiento. Alan Greenspan envida otra vez.

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