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Audiencia

Estaba seriamente decidido a proponer en un artículo que el PSOE eligiese a su secretario general con el método televisivo de El Gran Hermano, cuando me enteré, también por la televisión, de que algún dirigente socialista malgastaba la idea y la convertía en chiste, en ocurrencia simpática para solventar las prisas de un interrogatorio callejero. ¿Pero se trata de un chiste? ¿Está la izquierda en condiciones de despreciar el mejor y más deslumbrante método elucubrado recientemente para llegar hasta el alma del centro sociológico y aplicar la tercera vía? Si el PSOE quiere salir de dudas y reencontrarse de verdad con los caminos de la política española, si comprende de una vez que lo único que le interesa es ganar las próximas elecciones, no concibo mejor método que encerrar en el Palacio de San Telmo a 10 compañeras y compañeros, a ser posible afines a sus caricaturas en el guiñol de Canal Plus, y pedirles que vivan, se duchen, busquen pareja, lloren y propongan expulsiones, para que la audiencia imponga su implacable sabiduría.Ya escribí en esta columna que lo verdaderamente sobrecogedor es comprobar cómo se han cumplido las predicciones de 1984, la novela de Orwell que perfiló la mirada del Gran Hermano. Vivimos vigilados, sin pudor, sin sentido de la dignidad, dispuestos a delatar y a competir, a diluir nuestra conciencia en la sombra canónica de la realidad, pero no por culpa de los mecanismos represivos de una dictadura, sino gracias a los códigos de la libertad, a las costumbres de la sociedad de consumo. En el fondo, es éste el verdadero debate que debe plantearse la izquierda española, la reflexión pendiente, la pregunta que pide diversas respuestas entre los pliegues de la renovación. ¿Cómo trabajar por la emancipación en un sistema de apariencia no dictatorial? ¿Qué hacemos con nuestra libertad? ¿Alguien se ha fijado en la vulgaridad de los actores? ¿Alguien ha visto la patera y el cuerpo del ahogado que flota en la piscina de la Gran Casa? Basta con seguir el reflejo de la luna, más allá de los primeros planos. Tiene los ojos deslumbrados por el disfraz azul de la muerte, pero sonríe en blanco y negro, como en una fotografía de posguerra.

Son inquietudes para una reflexión política, algas inútiles en los restos del naufragio, y comprendo que lo importante ahora es no quedar fuera de la casa, convertirse en una mercancía atractiva para que la audiencia responda en las próximas elecciones. Pero el viaje al centro y la algarabía procedimental que está sustituyendo a las preguntas políticas me parecen soluciones medianas, remedios con excesivos escrúpulos. Hay que decidirse del todo por la vía Gran Hermano, ocupar de verdad el centro de las audiencias, convertir a la izquierda en algo votable. Si los líderes se encierran en el Palacio de San Telmo, Manuel Chaves podrá compartir sus responsabilidades de partido con la presidencia de la Junta. ¿Se imaginan, por ejemplo, a Cristina Alberdi o a Rodríguez Ibarra en el confesionario, arremetiendo contra Rosa Díez? ¿Y una posible reconciliación de Felipe y Alfonso al fondo del jardín? La audiencia elegiría bien, nos lo debe, porque hemos contribuido mucho a su formación.

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