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JOSÉ MONTILLA / SECRETARIO DE ORGANIZACIÓN DEL PSC

Un exponente del poder municipal socialista en el cinturón de Barcelona

Enric Company

José Montilla es un andaluz de Iznajar (Córdoba) que llegó a Cataluña en 1971, cuando tenía 16 años. Comenzó su vida política como izquierdista en un grupo comunista, pasó luego por el PSUC y recaló en el Partit dels Socialistes de Catalunya. Estos datos son comunes a muchos afiliados del socialismo catalán actual, que es un producto del melting pot social. Y éste es, probablemente, uno de los elementos que mejor explican por qué Montilla es hoy el aspirante a compartir la dirección del PSC junto a Pasqual Maragall, el nieto del poeta de Sant Gervasi.La ascensión de Montilla en el PSC comenzó en 1983, cuando empató en concejales con el PSUC en Cornellà de Llobregat. Decidieron repartirse la alcaldía, dos años para cada partido. Los dos últimos para Montilla. Desde entonces no se ha bajado del sillón. Lo compatibilizó durante años con los cargos de diputado provincial, vicepresidente de la Diputación de Barcelona y presidente del Consejo Comarcal del Baix Llobregat. Hasta que las protestas internas por la acumulación de poder le obligaron a escoger.

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Cuando en 1994 el PSC celebró su traumático congreso de Sitges en el que Raimon Obiols fue obligado a dejar la primera secretaría del partido, Montilla era un típico exponente del poder municipal socialista en el cinturón de Barcelona. El que controlaba las organizaciones locales y, a partir de ellas, la formación de la mayoría en el Congreso. Era al mismo tiempo un típico ejemplo de ciudadano catalán nacido en Andalucía e integrado en el país. Muy distinto, claro está, de los universitarios catalanistas de clase media que habían dirigido el PSC desde la fundación del partido en 1978.

El alcalde de Cornellà formaba parte ya entonces del núcleo de dirigentes territoriales que, conocidos como capitanes, dieron el golpe en el congreso de Sitges y demostraron que controlaban el partido. A él le tocó asumir la secretaría de organización, en sustitución de Josep Maria Sala. Desde este puesto logró un considerable aumento de poder. Es de los que tiene mano de hierro en guante de terciopelo. Habla poco, es firme en sus decisiones.

Se mantiene en su feudo de Cornellà con un grupo de afines muy bien colocados: José Zaragoza, en la organización comarcal del partido y en la secretaría de organización; Miquel Iceta, fontanero de Narcís Serra en la Moncloa en la etapa de vicepresidente, y hoy en la dirección del PSC y de su grupo en el Parlament, y José Luis Morlanes, en el Consejo Comarcal del Baix Llobregat, entre otros.

Este grupo formó la célula inicial que lanzó la candidatura de José Borrell en las primarias para candidato a presidente del Gobierno de abril de 1998. El rival a batir, Joaquín Almunia, era el candidato apoyado en aquella batalla por los principales dirigentes del PSC: los Serra, Maragall, Obiols, Reventós, etcétera. Fueron derrotados en toda la línea. De manera que, por si había alguna duda desde el congreso de Sitges, quedaba claro quién sintonizaba con la militancia y quién tenía las palancas de poder efectivo en el partido.

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La necesidad de adecuar la dirección del PSC a esta realidad política y sociológica está en la base de que un catalano-andaluz como Montilla sea hoy la pareja de Maragall en la candidatura única que con toda seguridad dirigirá el PSC a partir del próximo congreso. Da igual que sea tímido, parco en palabras, un desconocido más allá del círculo partidario.

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