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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Schröder, en el centro

Los resultados de las elecciones de Renania del Norte-Westfalia han dado un espaldarazo a los proyectos reformistas y centristas del canciller socialdemócrata alemán, Gerhard Schröder, que no sólo con esta victoria pone fin a una serie de descalabros electorales en 1999, sino que despeja bastante su camino hasta las elecciones de 2002. En este land, el más poblado de Alemania, ha ganado Wolfgang Clement, un candidato del SPD centrista y reformista, próximo al mundo empresarial, al que incluso le cuesta pronunciar la palabra "socialdemócrata". Ha salido derrotado el democristiano que había hecho girar su campaña sobre la crítica a la inmigración -incluso la de técnicos informáticos-, han pinchado Los Verdes y ha remontado de forma espectacular, hasta un 10% de los votos, el Partido Liberal. Así, Schröder tiene la posibilidad de, eventualmente, cambiar de pareja de baile en los próximos meses si Los Verdes plantearan problemas a la coalición de gobierno central o a la de la propia Renania del Norte-Westfalia. La batalla política de los próximos meses va a ser, en Alemania, por el centro y la modernización de las estructuras económicas.Tras estos brochazos se esconden algunos elementos que complican la situación, pero que pueden facilitar esta reforma económica que necesita Alemania. Pese a su victoria, ha habido una baja participación (7,3 puntos menos que en 1995) y los socialdemócratas han perdido terreno (42,8% frente al 46% precedente). Por su parte, con un 37% de los votos, los democristianos han frenado la caída que supuso la derrota en las generales de 1998 y la salida de Kohl a raíz del escándalo de financiación de su partido, la CDU. Su nueva presidenta, Angela Merkel, puede mirar al futuro con cierta confianza. Schröder sabe que, al no controlar los socialdemócratas la Cámara territorial (el Bundesrat), tendrá que pactar con los democristianos algunas de las reformas esenciales, como los impuestos, las pensiones, la sanidad, además de cuestiones de inmigración o la eventual supresión del servicio militar.

Al menos ahora, una Alemania en crecimiento económico y libre durante unos meses de sobresaltos electorales puede afrontar estas reformas y volver a buscar un nuevo ímpetu para la construcción europea y el entendimiento con París. El ministro verde de Asuntos Exteriores, Joschka Fischer, cada vez más alejado de su propio partido y más cercano a los socialdemócratas, ha presentado una visión constructiva a largo plazo de una federación europea que, aunque ponga los pelos de punta a algunos eurorreticentes en Londres y Copenhague, o incluso Madrid, contribuye decisivamente a reactivar un debate sobre la construcción europea que estaba languideciendo.

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