¡Oh, Jerusalén!
Los palestinos denominan el día de la creación del Estado de Israel como el de la Nakba (catástrofe). Ayer conmemoraron los 52 años con una versión actualizada de la Intifada, que se saldó con al menos cinco muertos y cientos de heridos después de graves enfrentamientos que terminaron involucrando directamente a soldados israelíes y policías palestinos. Este rebrote de las algaradas callejeras, no por anunciado menos peligroso, vino a sumarse a las protestas de los últimos días contra el retraso en la pactada liberación de presos palestinos por parte de Israel. A este confuso escenario se ha añadido la dimisión de Abdu Abdo, principal negociador de Arafat, porque entiende que se está negociando a sus espaldas. Al parecer es lo que está ocurriendo secretamente en Suecia, donde se estaría discutiendo -como adelantó Le Monde- una fórmula que permitiría a los palestinos obtener la soberanía de casi toda Cisjordania a cambio de ceder a los colonos israelíes en régimen de alquiler el terreno de los asentamientos.La inquietud de una negociación de paz con Israel a la que se le ven pocos resultados se deja sentir en la parte palestina. Sería gravísimo que una falta de cintura condujera a una paralización definitiva del proceso. En el caso israelí, por la intransigencia de los ultras, y en el palestino, por querellas personales que se traducen en el boicoteo de cualquier iniciativa que no pase por los conductos oficiales.
Es cierto que la negociación está demasiado repleta de momentos decisivos; pero no es menos cierto que se encuentra nuevamente en el umbral de un avance significativo o de un temible descarrilamiento. La decisión del primer ministro laborista Ehud Barak de transferir el pleno control de tres aldeas adyacentes a Jerusalén -aprobada por 15 de sus 21 ministros- ha provocado una primera crisis de gobierno, aunque sin duda Barak contaba con ello para conformar una nueva mayoría que ayer quedó clara en la votación parlamentaria que aprobó la propuesta.
El asunto es vidrioso porque los tres villorrios se supone que constituyen la oferta de Barak para que el Estado palestino establezca en ellos su capital, argumentando que eso satisfaría su reivindicación de capitalidad establecida en la Jerusalén árabe. Los ultrarreligiosos judíos, por su parte, sostienen que ello equivaldría poco menos que a delito de lesa traición, no tanto a la patria, sino a la idea de una Jerusalén indivisa. Pero justamente el nuevo Jerusalén para todos se ha convertido, hoy por hoy, en la piedra de toque para la paz; una paz urgente que se ha de lograr en condiciones decentes para los palestinos, so pena de que la frustración creada vuelva a degenerar en violencia y marcha atrás.
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