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FÚTBOL 37ª jornada de Liga

El Barça se apea en San Sebastián

El equipo azulgrana adolece de falta de remate ante una Real que consigue la permanencia

Si lo que no mejora, empeora, el Barça se presentó ayer en Anoeta con mala cara, afectado por el fracaso, aturdido por las consecuencias y con las últimas gotas de fútbol. A decir verdad, sólo la incertidumbre en el marcador de Santander y la insoportable fragilidad de la Real le mantuvieron metido en el partido y en la tensión del campeonato. Una cuestión de orgullo y de superioridad técnica frente a un rival acomplejado que se soltó los nervios cuando el Betis materializó su derrota. Soltó la adrenalina y el balón, entregó el campo y se pertrechó para una despedida digna con la permanencia en el bolsillo. Ni así ganó el Barça, que parece abocado a un final tortuoso ante su afición, que le espera sobresaltada y vengativa. Ayer no renunció al título, pero esparció las papeletas que tenía por el suelo. No parece probable que las encuentre. El previsible final agonístico del campeonato quedó ayer muy mermado. No es probable que el Deportivo tropiece con la misma piedra. Ayer el Barça, en Anoeta, ni siquiera fue capaz de meterle una china en el zapato. Lo intentó pero sin argumentos, con la escasa voluntad y los últimos arrestos que le quedan.Van Gaal determinó alterar el curso de las cosas y reconstruyó el equipo bajo el criterio de sacar a una porción de futbolistas de su sitio -Gabri y Cocu fueron los más perjudicados-, y apelar a otros que no han figurado en su agenda de prioridades -caso de Simao o de Dani-. El colectivo no se resintió. Ni siquiera se inmutó. Encontró el balón porque la Real, que jugaba más en Sevilla que en San Sebastián, se lo entregó; disfrutó de oportunidades porque Figo y Guardiola necesitan poca gasolina para marcar el paso y las malgastó porque los porteros no pueden distraerse o esconderse a diferencia de los jugadores de campo. Alberto sacó la mano en tres ocasiones para amargarle la existencia a Guardiola, en dos ocasiones, y a Gabri. Sólo Litmanen apuntaba con el balón en juego, desatendido por sus oponentes, pero curiosamente en el juego aéreo. Todo un síntoma del Barcelona, que reclamaba las jugadas a balón parado y la presencia de sus jugadores traseros para anunciar peligro.

REAL SOCIEDAD 0BARCELONA 0

Real Sociedad: Alberto; Fuentes, Gurrutxaga, Pikabea (Jauregi, m. 20), López Rekarte; Gómez; Idiakez (De Paula, m.65), Khokhlov, De Pedro (Aranburu, m. 75); Sa Pinto y Jankauskas.Barcelona: Hesp; Gabri, Reitziger, Frank De Boer, Zenden; Litmanen (Xavi, m. 76), Guardiola, Cocu; Simao (Kluivert, m. 57), Dani y Figo (Ronald de Boer, m. 65). Árbitro: Rodríguez Santiago. Amonestó a Frank De Boer, Cocu, Reitziger, Figo, Gurrutxaga y Jauregi. Unos 29.000 espectadores en Anoeta.

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La Real había renunciado a la contienda desde que tuvo buenas noticias ajenas. Apenas había apuntado un cabezazo de Jauregi al larguero en la primera parte y un disparo rabioso de De Pedro y un remate de Jankauskas, en la segunda, ambos desviados por Hesp. Sólo el centrocampista Juan Gómez pareció distanciarse de las circunstancias y aplicarse a la faena como si quedara media Liga. Anoeta, que dividía sus críticas entre Clemente y De Pedro, encontró la unanimidad que buscaba en el jugador argentino, un prodigio de profesionalidad.

Probablemente el Barça no se creyó jamás durante el encuentro posible campeón de Liga. Sin noticias de Santander, interiorizó su impotencia y la obsolescencia de su fábrica de ideas hasta el punto de que Van Gaal prefirió acumular futbolistas en el interior del área y rebuscar en el recurso de la humildad algún argumento para la esperanza. Tenia razón. El Bar-ça no da a estas alturas para más: sólo cabe una acción individual,un golpe de fortuna, el fútbol entendido como un asunto fortuito.

El único asomo de poder lo ofreció en el arranque de la segunda mitad, como si hubiera sido espoleado por el estado de necesidad. Fueron quince minutos en los que merodeó el gol y fabricó tres ocasiones en tres minutos. Ahí empezó y terminó el Barça su acceso a la ilusión, su intento de salvar una temporada depresiva, decepcionante y convulsa. Topó con Alberto y se fundió. Entregó los trastos, sucumbió a la impotencia y el calor y se fue del fútbol a medida que Van Gaal fue eliminando los únicos elementos de intimidación que tenía sobre el campo. Cuando retiró a Figo y Litmanen el Barça entregó la cuchara y mendigó algunas menudencias futbolísticas por el área.

La Real ya había salvado el cuello, con el segundo gol del Madrid, y decidió convertir el partido en un correcalles sin ningún sentido. Aquello no tenía orden ni concierto, salvo en las tareas defensivas, donde apenas cometió errores. Probablemente, disfrutaba del único momento dulce de una temporada aciaga y alarmante. Y decidió vivir la ocasión con más placidez que voluntad. Si el Barça, abrumado por la presión y con opciones de título no asustaba, la Real pensó que era momento de tomarse un respiro y desearse próspero año nuevo.

Y sin embargo pudo llevarse el partido la Real, al menos como premio a una afición tan entregada como disgustada, en un mano a mano de De Paula con Hesp que el blanquiazul resolvió disparando contra la mano del guardameta. La falta de tensión relució en esa jugada con todo su esplendor. La Real ya había conseguido su objetivo y el Barça prácticamente renunciado al suyo.

Matemáticamente, mantiene la opción para el último partido. Al menos dispondrá en el Camp Nou de una mínimo argumento para apretarse las botas. A fin de cuentas el Deportivo es el más hábil intérprete de los finales agonísticos. Pero ayer en Anoeta, ante un rival con el auricular en la oreja, fue incapaz de asomar su personalidad y obtener una victoria que al menos le hubiera refrescado los pulmones.

La Real se salvó por la vía prevista. Ya había advertido su guardameta Alberto que más valiera que perdiese el Betis porque no veía a su equipo ganando dos partidos. Todo un ejercicio de sinceridad, al menos similar al que desarrolló el Barcelona en San Sebastián. Fue fiel a sí mismo. Este equipo, a estas alturas, no da para más, ni con el título de Liga -el último tren que esta temporada todavía tienen opciones de coger- en juego.

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