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CLÁSICA

Concierto lleno de sorpresas

GewandhausorchesterObras de C. Schumann y Bruckner. Elisabeth Leonskaja, piano. Gewandhausorchester Leipzig. Director: Herbert Blomstedt. Palau de la Música, Sala Iturbi. Valencia, 11 mayo 2000.La reaparición en el Palau de la Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig estuvo acompañada de muchas sorpresas. Ninguna de ellas poco grata. Todo lo contrario. La formación, una de las históricas en el sentido más noble de la palabra, rindió cumplido honor a sus orígenes: ésta fue la orquesta cuya reputación se forjó en manos de Mendelssohn y se afianzó bajo Nikisch. Con la Staatskapelle de Dresde, que fue la orquesta de Weber y Wagner, la Gewandhaus representa la idealidad de la orquesta alemana, sin cosmopolitismos. Es el suyo un sonido profundo y aterciopelado en la cuerda, redondo y empastado en los metales, dulce y evocador en la madera.

Herbert Blomstedt, uno de los pocos maestros en el sentido clásico todavía en activo, ha infundido a la Gewandhaus un equilibrio poco común, mezcla de la tradición germana -que él conoce desde su época de Dresde- y del virtuosismo de las orquestas norteamericanas. La interpretación de la Sexta sinfonía de Bruckner constituyó una rotunda afirmación del oficio magistral de Blomstedt y de la musicalidad innata de su orquesta. Resplandeciente en los clímax, vibrante en la fogosidad del ritmo, racional en su construcción, cálida y directa en su íntima poesía, esta Sexta del jueves habrá de recordarse como uno de los más bellos tributos al genio de Bruckner que nos ha sido dado escuchar en el Palau.

No acabaron ahí las sorpresas. En realidad, el programa se inició con un bombazo: la primera audición en Valencia del Concierto en la menor de Clara Schumann (nacida Wieck). La personalidad humana de quien fuera la pianista más destacada en Alemania durante la primera mitad del siglo XIX nos era sobradamente conocida por su maravillosa historia de amor y fidelidad respecto a Robert Schumann. Tampoco se nos escapa el hecho de que una mujer que fue devota, secretamente, amada por Johannes Brahms tuvo que ser una persona excepcional. Mas su obra musical propia era prácticamente desconocida hasta hace unos años. El jueves, una sensacional Elisabeth Leonskaja puso en pie una partitura cuyo calado artístico seguramente no es equiparable al de los conciertos pianísticos de Schumann y Brahms (¿hay muchos que puedan comparárseles), pero que denota un trabajo compositivo y una tersura en la inspiración de acrisolada exquisitez. La obra, en otras manos, acaso habría parecido menos fascinante. Sin embargo, el escucharla con el poderío sonoro, la frescura y el rigor exhibidos por la Leonskaja y Blomstedt produjo una seducción insoslayable. La pianista georgiana prolongó el hechizo con un Impromptu schubertiano de los que no cabe sino predicar su carácter profético: allí estaba Chopin, cumbre y cifra de toda la historia del piano.

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