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Tribuna
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Querido virus

Ahora que está bien visto defender todo tipo de causas y de bichos, por extraños y peculiares que parezcan, espero que sean tolerantes con mi defensa del virus informático, una especie muy mal vista y peor tratada por culpa de los prejuicios que arrastra. Quisiera colaborar a una mejor comprensión y toleran-cia hacia estos seres que, por otra parte, nos van a acompañar durante mucho tiempo, especialmente los del tipo I love you, que son los virus del 2000.Es cierto que producen algunos desperfectos en los ordenadores, ciertas anomalías de funcionamiento. Pero también existe la violencia callejera, el vandalismo anual por celebraciones litúrgicas o futbolísticas, la barbarie de fin de semana, y nadie reniega por ello de la especie humana. Además, la avería del virus es para llamar la atención, para decir que estuvo allí, una manera como otra cualquiera de dar testimonio de su existencia.

El destrozo es una disculpa, una forma de despistar. Lo que quiere es relacionarse, conectar, por eso busca desesperado la libreta de direcciones, la lista de contactos para continuar su viaje. Tiene hambre, auténtica voracidad de consumir relaciones, de vincularse a personas, a instituciones y hasta de atravesar países. En realidad es un turista algo alocado, pero ávido de pasar por cualquier lugar y por todos. Cada día que supera, cada momento que transcurre, tiene más conocidos y se relaciona con más gente. Su paraíso es la discoteca global.

También deberíamos apreciar su carácter eminentemente democrático, pues se infiltra sin distinción de raza, de sexo, ni tampoco le importa la nación. Trata a todo el mundo por igual, no le importa quién es quién en la libreta de direcciones, simplemente es un contacto más, un nuevo punto de enlace para seguir existiendo. Todos son bienvenidos.

Aunque el FBI está empeñado en atribuirle paternidad, poco importa de quién desciende o cuáles fueron sus antepasados. Es un ser humilde y sin pretensiones, está escrito en un lenguaje fácil, vulgar, al alcance de cualquier aficionado. Por eso las malas lenguas dicen que está cambiando, que sufre mutaciones, que se desdobla. Todo infundios, murmuraciones, chismes, ganas de desprestigiarlo. En realidad es que se abre fácilmente a los demás, y por eso escribimos cosas nuevas en él, le modificamos el nombre, lo transformamos y lo lanzamos de nuevo al mundo de las relaciones. Es un producto de todos. Ya no tiene padres conocidos ni autores que lo reclamen. Como todo lo que circula por la red, es un ser libre e independiente de autorías y de registros de propiedad.

Y encima, las instituciones y las casas comerciales les fabrican unos congéneres, en este caso con nombre, apellido y hasta con precio, que tienen por misión competir con ellos, neutralizarlos y convertirlos en seres inofensivos. Son auténticos cazadores de recompensas que viven muy bien a costa de los desgraciados virus.

Si repasamos con calma las características de estos virus, su vida y milagros, sus deseos y frustraciones, llegaremos a la conclusión de que se parecen mucho a nosotros. Hasta se puede decir que se parecen demasiado. Tampoco podría ser de otra manera, al fin y al cabo los hemos creado nosotros.

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