El Papa más político del siglo XX
¿Tremendismo de un polaco superviviente o una figura profética? En 113 minutos, los autores del reportaje que esta noche (22.30) emite La 2, junto a la película De un país lejano, no se ponen de acuerdo en el juicio que les merece Juan Pablo II, que el próximo jueves cumple 80 años. En todo caso, el diagnóstico, en un principio hagiográfico, desliza afirmaciones terminantes, incluso sorprendentes, que convierten esta primera parte de La noche temática en un asunto de interés general.Entre los tópicos del retrato Juan Pablo II. El Papa del milenio no es el más pequeño la afirmación de que fue él quien derribó el muro de Berlín y al comunismo. Pero se ofrecen también afirmaciones e imágenes menos frecuentes, incluso novedosas. Y se documentan sin tapujos unas cuantas contradicciones de Juan Pablo II: es el más político de los papas del siglo XX, pero no permite que los curas se metan en política; ataca sin cesar la insolidaridad del capitalismo, pero termina sin miramientos con los teólogos de la liberación y los curas comprometidos en Centro América con los pobres y las víctimas de los poderosos; es un anticomunista visceral, pero desconfía profundamente de la democracia; y no para de predicar sobre el papel de las mujeres en la Iglesia, pero les cierra a cal y canto las puertas del santuario sacerdotal.
"Un hombre en guerra con el siglo XX", dice el documental. El Papa cree que el siglo XX es el de mayor maldad de la historia de la humanidad y que cualquier tiempo pasado fue mejor. Se trata de un efecto polaco: una niñez dolorida por la muerte temprana de la madre, la criminal invasión de los nazis, una pastoral brutalmente antisemita del obispo al que servía de monaguillo el niño Wojtyla (que, sin embargo, jugaba a diario e iba a la escuela con chicos judíos), la quema del gueto y la muerte de todos sus habitantes, la posguerra terrible y la ocupación soviética.
Karol Wojtyla vive esos años en silencio. "No desafió a los nazis de forma abierta ni hizo nada por tratar de salvar a los judíos", dice el documental. Pero, eligido Papa, lo primero que hace es sembrar la semilla del arrepentimiento, propio y ajeno, proclamando que "el antisemitismo es pecado" y pidiendo perdones como nunca nadie había hecho en Roma.
Pero donde el documental se vuelve inmisericorde es cuando aborda la Teología de la Liberación. Ahí aparece un Papa iracundo y vengativo, que reconviene en público al sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal, ministro de Cultura del Gobierno revolucionario, y hace callar al pueblo que pide paz y justicia bajo una pancarta que recuerda al asesinado obispo Óscar Romero. "La primera que quiere la paz es la Iglesia", grita, desafiante. Una vez en Roma, ordena terminar sin contemplaciones con todo lo que tenga que ver con la Teología de la Liberación.
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