Donde reside el valor
El valor económico es un concepto evolutivo. Éste cambia de forma tanto como la riqueza cambia de manos, y es vital conocer su dinámica para no quedar rezagado y ver el propio devaluado con el tiempo. El significado del valor tiende hacia lo inmaterial a medida que los individuos y las economías se van haciendo más interdependientes y las sociedades más ricas y complejas. Las llamadas nuevas economías surgen precisamente de la traslación del valor desde un capital de tipo material (tierra, fuerza corporal, máquina) hacia el intangible del conocimiento. La proliferación de concursos de ideas del tipo start-up y la preocupación de un creciente número de empresas por elevar su "coeficiente intelectual corporativo" son síntomas de esta tendencia.El premio Nobel de Economía T. Schultz señalaba, a principios de los ochenta, que el bienestar de un país a largo plazo dependería fundamentalmente de la "calidad" de su población y de los adelantos logrados en el terreno del conocimiento. El sostenido crecimiento económico de EEUU es, de hecho, el resultado de una política estratégica que atribuye al conocimiento científico un valor primordial, a la vez que promueve el uso intensivo del mismo en todos los aspectos de la vida cotidiana; un uso que se ha visto impulsado por el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información.
Lamentablemente, esta decidida apuesta por el conocimiento no está siendo secundada con el mismo énfasis, ni por igual, en los países de la zona euro, y mientras, las consecuencias macroeconómicas de este desacierto ocupan a diario los titulares de nuestra prensa económica. Con un más que cuestionable 0,9% del PIB destinado a investigación (frente al 2,5% de EEUU y al 2% de la media europea), es evidente que en España se valora más otro tipo de bienes. Nuestras políticas son extremadamente conservadoras y austeras en materia de inversión, lo que redunda en la ausencia de observatorios y planes estratégicos nacionales, y asimismo de medidas preventivas en los ámbitos de mayor interés público, como son la educación, la economía, el medio ambiente, la salud y la seguridad laboral.
No cabe duda de que el futuro de la economía seguirá estando basado en el conocimiento, si bien el valor se irá trasladando progresivamente hacia formas cada vez más básicas, sintéticas y puras de éste, más distantes de su instrumentalización. Conforme los sistemas de extracción y procesamiento de la información vayan ganando en sofisticación, y perdiendo en carestía debido a su producción en masa, la creatividad del individuo, único bien verdaderamente inimitable, irá cobrando mayor relevancia. Como consecuencia de ello, el understanding o entendimiento profundo, esencial para la innovación, relegará a un segundo plano al know-how o saber hacer, ligado al desarrollo. En este contexto, es probable que los países ricos procuren importar creatividad e ideas de aquéllos en los que el valor resida mayormente en el terreno de lo material. Pero, al igual que ya sucede con el resto de los productos autóctonos de estos últimos, serán los países más desarrollados en el campo del conocimiento los que pongan el precio, instaurando así una especie de feudalismo epistemológico, una nueva forma de explotación colonial, legitimada, como tantas otras, por los principios del libre comercio.
Felipe M. Aparicio Acosta es profesor titular de la Universidad Carlos III de Madrid.
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