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Balneario para el líder

Xosé Hermida

Al Deportivo le esperan aún quince días de emociones muy fuertes, y su entrenador, Javier Irureta, quiere que la plantilla se relaje. El técnico prefiere alejar a sus futbolistas de la presión de la hinchada de A Coruña, que vive con ansiedad la recta final hacia el título. Desde el jueves, la plantilla blanquiazul se recluirá en el balneario de Liérganes, una localidad próxima a Santander, donde el domingo disputará uno de los dos partidos que le separan del sueño perseguido desde hace seis años.El azar sigue reuniendo similitudes entre la temporada actual y la de 1993-94, cuando el Deportivo perdió el título en el último minuto. Si el Barcelona falla el próximo sábado ante la Real Sociedad en San Sebastián, el cuadro coruñés podría proclamarse campeón al día siguiente, 14 de mayo, justo la fecha en que se cumplen seis años del famoso penalti de Djukic. El ordenador que designa a los árbitros para cada partido también se ha puesto revoltoso y ha querido que el duelo del domingo en El Sardinero lo dirija el malagueño López Nieto, el mismo que en el último minuto de la Liga 93-94 tuvo arrestos para señalar la pena máxima desperdiciada por el Deportivo.

Ni Irureta ni la inmensa mayoría de sus futbolistas -sólo quedan tres supervivientes de entonces- vivieron aquellos acontecimientos, que, sin embargo, sí están muy presentes en la ciudad. Tal vez para alejar al equipo de esa atmósfera de ansiedad que se vive en A Coruña, Irureta tomó ayer la decisión de recluir a sus jugadores en el balneario de Liérganes. "Creo que es bueno sacarlos de este ambiente, de la presión, del contacto con los amigos", dijo el técnico para justificar su decisión, "necesitamos meternos en nuestro mundo y buscar la tranquilidad, la concentración y el descanso".

Imperdonable Djalminha

A Irureta aún no se la había pasado ayer el enfado por el comportamiento de Djalminha el pasado domingo ante el Zaragoza. Tras marcar el segundo gol, a apenas diez minutos del final, el brasileño se quitó la camiseta para celebrarlo, se quedó con el pecho al aire y se ganó la segunda tarjeta amarilla. El técnico no hizo ayer el menor esfuerzo por defender la actitud de su jugador. Cuando se le preguntó si no resulta excesivo amonestar a un futbolista simplemente por quitarse la camiseta, Irureta fue muy claro: "No se trata de que sea una medida justa o no. Así figura en el reglamento establecido para todo el mundo. Lo ocurrido es muy grave. Se puede dejar al equipo en inferioridad numérica por un agarrón o por una falta para cortar un avance. Pero no por una acción ajena al juego. Eso es un pecado imperdonable".

La reacción del propio Irureta en el momento de la expulsión de Djalminha fue muy elocuente: de pie junto al banquillo, el técnico se llevó el dedo índice a la sien y lo giró imitando el movimiento de un destornillador. En la grada, compañeros de Djalminha que no jugaron, como Jaime y Fernando, se llevaban las manos a la cabeza literalmente mientras maldecían lo ocurrido. El brasileño rehuyó ayer el contacto con la prensa. El día antes había expresado su arrepentimiento, aunque precisó: "Me da igual que me echen la culpa. Tengo la conciencia tranquila". El presidente, Augusto César Lendoiro, también criticó de forma velada la actitud de Djalminha, aunque se mostró más comprensivo que Irureta: "Él es así, para bien y para mal".

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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